En cola desde hace cuatro horas para comprar pollo, harina y aceite, Hilda García se aprovisiona para las elecciones legislativas venezolanas del domingo: «Por si acaso trancan todo. Tengo temor de que vaya a haber plomo», aseguró.
Enclavada en una colina de casas humildes en el este da Caracas, la barriada 23 de enero, tradicional bastión chavista, vive el bullicio de un viernes particular. Faltan pocas horas para las votaciones y muchos, como Hilda, se levantaron temprano para ir a comprar.
En voz baja, cuidándose de no ser oída por la vecina de atrás, Hilda, de 63 años, se queja de que «la situación está malísima». Como ella, los vecinos de su edificio, un bloque de cemento con ropa tendida en sus ventanales, aprovecha el «mercal» (mercado popular) que montó el gobierno. Hoy está mejor, hay pernil para Navidad.
Hilda y muchos otros temen desórdenes si la oposición gana la mayoría parlamentaria -como dicen las encuestas- por primera vez en 16 años de gobierno chavista.
«Todos quieren ganar, los chavistas y oposición, entonces uno se preocupa de que algo pueda pasar», afirmó Whitney Rivas, una manicurista de 22 años, que carga a su niña de seis meses en una fila de un supermercado estatal del este de Caracas. Hoy hay harina y café. Allí no hay pollo ni pernil.
Alexander Varela, un cocinero de 41 años, tercia en la conversación: «Hay gente que cree que va a haber pleito en la calle, por eso estas compras nerviosas, pero no va a pasar absolutamente nada», dice, recostado en la pared, delante de Whitney en la cola.
Venezuela sufre un aguda escasez de productos básicos y una inflación disparada al 200% -según analistas independientes-, por lo que el gobierno, que atribuye la crisis a una «guerra económica» de empresarios, dispuso la venta regulada de productos básicos a precios subsidiados.
Pero muchos alimentos no se encuentran y hay que recurrir al mercado paralelo, a precios altísimos.
Café, salsa de tomate, pan, galletas, atún enlatado. «Todo lo que pueda servir para una semana, aunque nos cueste más bolos (bolívares)», dice Aura García, con una bolsa de lo que consiguió.
– ¡Lo que Dios quiera! -El temor de la gente no es casual. El presidente Nicolás Maduro ha proclamado que los chavistas ganarán «como sea». El líder opositor Henrique Capriles pide votos, pero considera que sería una «locura» salir a las calles a protestar. «Hay que tener un poquito de responsabilidad», aseveró.
En el interior del país, la tensión es similitar que en la capital. «Hoy me iba a Mérida al novenario de un tío, pero mi familia me aconsejó quedarme en casa. Hay estrés por todos lados», contó a AFP Mercedes Suárez, de 43 años, desde Maracaibo (oeste), segunda ciudad del país.
«Me dijeron que podía escasear la gasolina y me armé con una garrafa para tener en la casa, también llené el tanque», aseguró a una colaboradora de AFP Alberto Peña, de 40 años, mientras echaba combustible en una estación de servicio de Barquisimeto (oeste).
Por estos días, está difícil cambiar dólares por bolívares en el mercado negro. En vísperas de elecciones, la divisa se cotiza a 920 bolívares, 145 veces la tasa oficial más baja (6,30 bolívares) reservada para la importación de alimentos y medicinas.
«La gente piensa que si gana la oposición esto va a cambiar. Se especula que bajará mucho el precio del dólar, eso hace que se esperen para comprar», declaró a la AFP un cambista, cuya identidad se reserva.
En los cajeros automáticos se forman también largas filas. «Estamos sacando plata por si hay un zaperoco (alboroto)», aseguró Maricela González, de 75 años, con un bolsa llena de bolívares (el billete de denominación más alta es de 100), a la salida de un banco del este de Caracas.
Universidades y otras instituciones, entre ellas una prestigiosa academia de enseñanza del inglés ubicada en Chacaito, en el este de Caracas, decidieron no abrir el lunes.
«Yo no voy a ir a dar clases. Traeré a mi mamá conmigo a mi casa el fin de semana, por cualquier emergencia quiero tenerla cerca», declaró a la AFP María Brenes, una profesora universitaria que vive en el oeste de Caracas.
En el barrio 23 de Enero, Hilda sigue haciendo fila pero confía en que le falta poco para comprar. Ella no se hace mucho problema: «Yo estoy lista para ir a votar, después me quedo en mi casa quietita a esperar. ¡Que sea lo que Dios quiera!», expresó.
AFP