Los zamuros hambrientos ya hoy revolotean la cúpula del Capitolio, sus garras carrasposas y sanguinolentas, picos carroñosos y amenazantes se afilan de placer tras la larga espera de 16 años
Un pueblo traicionado por su gobierno y la dirigencia del PSUV se cobró esa traición votando masivamente por la derecha fascista este 6D.
La generación joven que no conoció los horrores de la cuarta, casi toda votó por la derecha, al igual que el pueblo, que se cansó de la sabrosura de las colas, como dijo cínicamente aquella dama, de tomar baños de sol y agua todos los días para comprar si acaso encontraba algo y tenía los churupos de los mal llamados precios justos, que nada tienen de justos para el pueblo, dos paquetes de harina, leche, café, jabón o papel toilette, etcétera.
Los zamuros hambrientos ya hoy revolotean la cúpula del Capitolio, sus garras carrasposas y sanguinolentas, picos carroñosos y amenazantes se afilan de placer tras la larga espera de 16 años. Al fin les ha tocado. «Piensan» la hora de vengarse de los chavistas, y de tomar Miraflores por asalto sin pegar un tiro siquiera, sin una sola baja. Y de nuevo volver a colocar el cuadro de Bolívar tras la puerta de un sanitario.
Para colmo, con los votos del pueblo que ayer votó por Chávez, y le juró lealtad eterna. Aún se pueden escuchar sus voces grabadas Hu-Ha Chávez no se va, Queremos a Chávez, Todos somos Chávez, ¡no volverán!, junto a sus cristalinas lágrimas de cocodrilo derramadas el día de su muerte asesina y durante su velorio y sepelio en el Cuartel de la Montaña.
El pueblo no tiene la culpa, es de poca memoria, olvida dramáticamente cuando no lo toman en cuenta y llenan sus expectativas del día a día. El pueblo quería más revolución, profundizar los cambios sociales como les dijo Chávez: ¡Ahora todos ustedes son Chávez!
Camaradas, compas, este pueblo ha sido traicionado, sus sueños fueron castrados, enterrados y olvidados desde el mismo día que Chávez enfermó en forma misteriosa.
Su muerte aún es un misterio sin aclarar, tal como sucedió con Bolívar. Hoy se sabe que Arafat, el líder del pueblo palestino, fue envenenado por el Mosad; un agente comprado de seguridad y confianza le echaba polonio radiactivo en el café.
¿Pudo haber pasado algo similar con el comandante Chávez? La pregunta queda en el aire.
El pueblo que antes fue de Chávez sabiamente aprendió golpe a golpe que Maduro no era Chávez, que Chávez estaba muerto, era la propia voz del pueblo que lo decía en las colas. La dirigencia sorda y ciega no se acercó al pueblo, ni a las colas, disfrutando de los placeres del poder, los disfrutaba mientras les duró.
Voces del pueblo gritaron corrupción, ineficiencia, burocratismo, estamos infiltrados, Maduro mano de hierro contra los bachaqueros, especuladores contrabandistas, Dólar Today. Pero ninguno de estos señores, a pesar de que varios de ellos escriben en Aporrea, se hacía eco de estas advertencias, ni de otras hechas en diversas web bolivarianas que también advertían del desastre.
Los izquierdistas revolucionarios chavistas fuimos tachados de izquierdosos y los traidores fueron expulsados del partido, y de puestos de decisión y mando. Ahora nos dicen estos cara de tabla que nosotros tenemos la culpa de la derrota, precisamente nosotros, que advertimos con antelación este desastre ocasionado por dos cosas: traición al pueblo de Chávez por grupos corruptos que pactaron con la derecha para gozar de la dulce vida de ser y sentirse nuevos boli-burgueses. Y se olvidaron del pueblo.
Ese pueblo del 6D, traicionado, dolido, sentido y viendo que no hacían la «revolución bonita» que Chávez les prometió, sino todo lo contrario, y sintiendo en carne propia que el gobierno día a día se apartaba más del golpe de timón que Chávez ordenara antes de partir, que este gobierno no aplica el verdadero «Plan de la Patria», que cada día por causa de la inflación, tenía menos dinero para comer y sobrevivir, mientras el gobierno de brazos cruzados, vivía en la inopia de sus sueños burgueses. Se las cobró bien cobradas ¡oh, error lamentable!, que luego sufrirán llorando lágrimas de sangre.
El pueblo tomó venganza -dicen que la venganza es el placer de los dioses- votando por el enemigo más encarnizado del gobierno y de ese pueblo más necesitado, como lo es la derecha fascista.
«Cosas veredes amigo Sancho, que farán hablar la piedras», diría El Quijote.