A veces perseguimos la dicha con la persona equivocada. Mientras acumulamos sufrimientos aparece la decepción que vuelve ausente todo lo que está alrededor, tiñendo de colores oscuros las emociones, justo cuando anhelamos sentimientos rosas.
A pesar de lo anterior, nuestra suerte, para bien, puede cambiar, y en buena hora conocemos a quien nos devuelva la confianza de que existe la felicidad, aunque hayamos tenido malas experiencias en el amor que, en el pasado, nos hayan hecho resignarnos a una permanente de infelicidad.
Entonces, de repente, como un regalo maravilloso de la vida, para sorprendernos gratamente, aparece la persona que siempre hemos buscado, para iniciar una relación sentimental que promete un buen desenlace, y para dejar por sentado que podemos ser felices.
1.Sentenciando un adiós definitivo
Desde hacía algún tiempo, Ana Lucía ha estado buscando la felicidad. Por momentos había pensado que la tenía cerca, y de repente así había sido. Sin embargo, como la había estado persiguiendo demasiado, la había espantado, hasta concluir, por más contradictorio que parezca, que entre más insistía en conseguirla, más lejos estaba de ella.
No era una jovencita, aunque mantenía una apariencia juvenil, un largo y cabello color castaño, un cutis aún lozano, un cuerpo atractivo, Ana Lucía ya hacía un rato que había pasado los treinta, y esto no parecía importarle mucho, porque había aprendido de sus vivencias lo suficiente, tanto como para saber lo que en verdad quería, lo que un gran daño podía causarle, y que tardaría bastante en sanar su alma, en cerrar sus heridas para retomar fuerzas para salir adelante con buen ánimo.
A los veinte años se casó, pensando que esa unión iba a ser para toda la vida, pero luego, después de un par de años, algo descubrió: quien había elegido como compañero sentimental estaba tan lejos de ella que no valía la pena permanecer a su lado, a pesar de que una vez creyó que era un alma afín a ella.
Definitivamente, hay sentimientos parecidos amor que, como se visten de varias caras, nos terminan confundiéndonos, hasta hacernos pensar que estamos con la pareja ideal, aunque lejos estamos de ello.
Entonces, Ana Lucía tomó la decisión de dejar a quien había sido su compañero por un largo tiempo, y sentenció un adiós definitivo que la hizo más mujer que antes, y que la convirtió en alguien que, en vez de perder el tiempo hablando demasiado, cumplía con lo que prometía cuando pasaba a las acciones después de la palabra dada.
2.No sirve insistir demasiado
Ana Lucía decidió tomarse un tiempo para entender lo que pasaba dentro de ella, un chance para descifrar esa lluvia de emociones que, a veces, tomaban el olor del temor, cuando pensaba que no iba a encontrar a quien la hiciera realmente feliz.
En otras ocasiones, se resignaba a que la añorada felicidad no se había hecho para ella, no había tocado su puerta, así que para qué perder tiempo en seguirla buscando.
Conoció Ana Lucía a quienes se convertirían en sus pretendientes, pero en sus ojos vio la palabra decepción, pues mantenían intenciones pocas claras que la hacían participar en un juego en el que ella no se debía dar por enterada, pero, en el que más temprano que tarde, terminaría desilusionada y decepcionada.
Por ello, una vez que tuvo claro que la añorada felicidad no estaba en los brazos de quienes la acechaban, con mucha sutileza, decidió apartarse de ellos, evitando herir sentimientos, así como lastimar egos.
Después de unos cuantos intentos frustrados, Ana Lucía pensó que la dicha no vendría a ella. Odiaba llegar a esa penosa conclusión, aunque, después de hacerlo, sentía un gran alivio porque dejaba de insistir en algo que no terminaba de conseguir.
A pesar de lo anterior, el destino le tenía una sorpresa que llegaría cuando menos lo esperaba; ya casi se había resignado a permanecer sola, porque muchas veces pasa así, pensamos que algo no es para nosotros, pero, de repente, la experiencia soñada llega para hacernos entender que, a veces, es mejor dejar que lo que queremos venga a nuestro destino suavemente, en vez de buscarlo demasiado insistiendo con personas equivocadas para más bien acumular decepciones y sentimientos encontrados.
3.Olvidando las malas experiencias
Una tarde, Ana Lucía conoció a Daniel, de mirada transparente, con ella contemporáneo. Aunque la atracción estaba presente, lo que más apreciaba de él, era la dulzura con que la trataba, haciéndola olvidar un pasado que necesitaba borrar de su mente para ser feliz con un buen presente que prometía un mejor futuro.
Como día a día, el amor entre los dos iba creciendo, Ana Lucía entendió que cuando llega el amor verdadero, es natural que surja la necesidad de formar una familia, de una vida compartida, con tiernos amaneceres y anocheceres, que luchar por ambos es algo que nace solo sin que haya que insistir demasiado, pues el amor es la fuerza que todo lo mueve para bien de los dos, y que conspira para alcanzar la felicidad de quienes se aman.
Entonces recordó los hombres que la habían pretendido, de pensamientos egoístas, que buscaban el placer a costa del sufrimiento de ella, quien era capaz de dar más de lo que su condición de mujer le permitía tan sólo por reivindicar la palabra amor, a veces, gastada, que pierde su esencia de incondicionalidad para perecer en la boca de quien desestima su valor y pisotea su significado.
¿En un intento de alcanzar la dicha?
Muchas veces, las mujeres insistimos con la persona equivocada sin darnos cuenta de que los caminos que llevan a la felicidad se abren cuando el compañero acertado llega a nuestra vida, y con su llegada recobramos la esperanza de una existencia en la que la dicha esté presente.
Entonces, después de unos tantos tumbos, que terminan en algunas decepciones, aprendemos que cuando los sueños se quedan a medio camino, es porque quien elegimos no es el compañero ideal, por más que insistamos en convertirlo en el ser con quien hemos siempre soñado.
LA VOZ DE LA MUJER
Isabel Rivero de Armas
isabelrivero70@hotmail.com