“Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella”
Montesquieu (1689-1755)
Escritor y político francés
El legislador fue sabio cuando previó en la Constitución Nacional, la posibilidad de la renuncia del Presidente de la República, ante cualquier eventualidad y circunstancia. Eso por supuesto, es una decisión intuitu personae o sea una decisión personalísima que, bajo ningún motivo, puede ser bajo presión o amenaza, pero si, atendiendo a los supremos intereses generales del pueblo, que deben estar por encima de los particulares o ambiciones personales. Es sentido de grandeza.
Ahora bien, ante una espantosa crisis económica, política, social, moral y ética, como la que vive actualmente Venezuela y ante la evidente incapacidad del Presidente, para liderar un gobierno de concertación nacional y de transición, que permita iniciar la recuperación paulatina del desastre que creo su nefasta gestión, lo recomendable y patriótico, es que el primer magistrado, evalúe seriamente esa decisión y le ahorre males mayores a la población que representa por mandato popular. Es difícil, pero es una opción viable y constitucional.
En medio de la turbulencia, que puede provocar un tsunami social, la renuncia del Presidente por iniciativa propia, es la oportunidad de estar a la altura del compromiso con su pueblo y poder salir por la puerta grande de la historia. La obcecación, la soberbia y la arrogancia, nunca ha estado a la altura de la gallardía que, a través de la historia, han demostrado grandes estadistas del mundo ante una emergencia nacional.
Es importante que un líder, tenga pulso de la situación, se distancie con dignidad de los acontecimientos, antes que los acontecimientos, lo separen abrupta e indignamente para ir a parar directamente al basurero de la historia. Eso, también, es una elección.
La patria, en momentos críticos de la historia, exige sacrificios a sus hijos. El Presidente está sentado sobre un barril de pólvora y la mecha está encendida en la calle. Hay hambre, necesidad, miseria, desesperación, angustia, desesperanza y lo más grave, el convencimiento de que, el Presidente, no está en capacidad de adelantar la solución a los problemas, que el mismo creo.
La gente lo identifica prístinamente como el factor más importante del problema y obstrucción para la solución. La gravedad, de la situación, obliga al Presidente a tomar esa histórica y patriótica decisión. El tren de la historia pasa una sola vez.
Es un derecho ciudadano solicitar y recomendar la renuncia del Presidente y un derecho que tiene el Presidente de tomar esa histórica decisión para facilitar el cambio y la solución de los ingentes problemas que agobian, empobrecen y abruman a la población.
Hay que estar con la gente. Estamos ante una emergencia nacional, el tiempo se agota y los peligros para la estabilidad democrática, acechan.
No hacerlo es esperar un desenlace de consecuencias impredecibles. La renuncia del Presidente, es cuestión, repito, de grandeza y sí toma esa decisión…
Dios y la patria os agradecerán.
José «Cheo» Salazar
@cheotigre