Las únicas vías de comunicación de entrada y salida con que cuenta Trujillo fueron construidas durante la presidencia de Juan Vicente Gómez
Cuenta una leyenda, en mi Trujillo natal, que los pueblos olvidados por Dios, son aquellos que, cual Sodoma y Gomorra, mantenían relaciones carnales entre compadres. Ese hecho se expresa allí en una jerga muy particular, irrepetible por este medio. Suponía la conseja popular, que esas conductas habituales eran una afrenta a las leyes divinas y que por tal motivo, esos lugares y poblaciones estaban execrados de los favores de Dios y de su corte celestial.
No sé si esta leyenda tengo algo de cierto o no, pero algo similar parece haberse cebado con nuestro estado. No ha sido suficiente que una primera sama presidencial haya nacido aquí; que decenas de jefes de gobierno hayan pasado por la gobernación, en democracia y en revolución, porque los problemas siguen invariables. Quizás el impulso que necesita el estado para salir del atraso es revertir una vieja conseja andina: los andinos de Mérida para doctores, los de Táchira para presidentes y los de Trujillo para policías.
Esto que les voy a contar, los invito a que lo comprueben: las únicas vías de comunicación de entrada y salida con que cuenta Trujillo fueron construidas durante la presidencia de Juan Vicente Gómez, Carretera Trasandina 1925, lectura obligada, leyenda de Puente Gómez; y la Carretera Panamericana, construida durante el mandato de Marcos Pérez Jiménez en 1956, de allí en adelante proyectos van y vienen, pero lo único concreto que han hecho es el Eje Vial Trujillo-Valera.
Hoy en día, las condiciones socioeconómicas de mi pueblo son peores que las del siglo pasado. En el Municipio Candelaria, lugar que conozco más, el servicio de agua potable es infame. Hay una medicatura que no tiene ambulancia, las escuelas y liceos funcionan en los mismos locales, unos por la mañana y otros por la tarde, si acaso consiguen profesores. Caso insólito el de Chejende, donde el liceo funciona en 16 sedes diferentes; no hay fuentes de trabajo; las medicinas son brebajes. En la década de los 60 molíamos el maíz para hacer arepas, hoy, 50 años más tarde, lo siguen haciendo para vender a 100 bolívares el kilo de harina. El “vacunador” representa el broche de oro de esta tragedia. Este siniestro personaje aparece cobrando cuando alguien va a pintar la casa, montar una cerca o abrir cualquier negocio y cumple rigurosamente sus amenazas.
Ante el fracaso de los gobiernos en la resolución de estos problemas, ruego a Dios, a la Virgen de la paz y a nuestro Venerable, José Gregorio Hernández, que nos ayuden a recuperar el entendimiento, la paz y el bienestar social, no solo en Trujillo, sino en toda Venezuela.
Noel Álvarez
@alvareznv