Puede asegurarse que no se llegará hasta la desafiliación internacional, que implicaría la imposibilidad de ir a los Juegos Olímpicos y al repechaje de la selección femenina.
La Federación está alerta con el caso y el plazo a Gaiteros, hasta mañana, es la última oportunidad.
Pero va siendo hora de que la Liga Profesional de Baloncesto, en particular, asuma con mayor seriedad el caso del equipo zuliano, ¨pata coja¨ de la organización desde hace ya tiempo.
En los últimos años, el conflicto interno para la propiedad de la franquicia mantuvo en vilo hasta la participación en los dos certámenes recientes, y lo de las deudas con los jugadores y técnicos es crónico.
Es rara la temporada en que no surgen problemas, como lo demuestra el rosario de quejas tramitadas por la federación.
La LPB, debe reconocerse, ha defendido a su socio, pero tampoco debe llegar hasta la complicidad en irregularidades que afectan su propio funcionamiento, al espectáculo y en general al baloncesto.
Lo ideal, claro sería resolver el problema actual pagando. Pero, dada la experiencia, lo procedente es establecer mecanismos para evitar un mal endémico tomando medidas extensivas, desde luego, a los demás equipos.
Metida en un berenjenal por la necesidad de adaptarse al calendario internacional, lo que le pone a competir con el beisbol, la LPB enfrenta, además, el problema de divisas. Y en esto también deberá ¨tomar el toro por los cachos¨ pues todavía hay cuentas de la temporada anterior, ante la dependencia de las promesas de un gobierno que no se caracteriza precisamente por cumplir sus ofrecimientos.