La madrugada de ese día está enraizada en la historia contemporánea del país, con una serie de sucesos que se iniciaron en Guarenas
Todo comenzó en pleno centro de Guarenas cuando un dirigente del transporte, un veterano dirigente del gremio autobusero de Caracas, devenido en el entonces Distrito Plaza como dirigente comunal, lanzó el grito en la Plaza La Paz, equivocadamente denominada “Plaza de los Flojos” en medio de una multitud que en protesta por el atropello de buseteros que a la fuerza bajaban a los pasajeros que se negaban a pagar un incremento no autorizado en la tarifa hacia Petare y Caracas en el primer día del alza de la gasolina en Bs. 0,25 (un mediecito de entonces) por litro: “¡estos carajos me cobraron el sábado 1.50 por un paquetico de medio kilo de frijoles que está regulado en un bolívar¡”. Allí se inició la hecatombe cuando a los gritos de ¡saqueo, saqueo! Se violentaron las puertas metálicas del establecimiento señalado como usurero… lo demás es historia viva, cuando una secuela de devastación arrasó en la otrora “Perla de Miranda”, como a la urbe la denominaba el locutor y publicista Rafael Castillo Vera en su programa dominical por la radioemisora La Voz de la Patria 710 AM.
La madrugada de ese día, hace hoy 27 años, está enraizada en la historia contemporánea del país, con una serie de sucesos que se iniciaron en Guarenas, y que luego que las televisoras que movilizaron sus equipos de prensa hacia Guarenas, comenzaron a sacar al aire sus videos que mostraban la crudeza de una revuelta popular que dejó sin mercancía no sólo supermercados, abastos y bodegas, sino mueblerías, frigoríficos, comercios de electrodomésticos, restaurantes, luncherías, ventas de repuestos para automóviles, tiendas de ropa y zapaterías, en general una devastación total que fue imitada en Caracas tras la transmisión en diferido de las imágenes captadas en Guarenas: como un efecto dominó, los saqueos ya entrada la mañana comenzaron a escenificarse tanto en la capital venezolana, como en Los Teques, Valencia, Maracay, La Victoria, en medio de una ola de violencia que dejó más de un millar de fallecidos y millonarias pérdidas económicas que afectaron de forma notoria la economía nacional.
Por un mediecito…
El incremento en el alza de la gasolina de Bs. 0,25 fue considerado irrisorio para algunos, pero la imposición del Fondo Monetario Internacional -FMI- al recién estrenado segundo mandato de Carlos Andrés Pérez tuvo una consecuencia nefasta ante la acción de un gremio evidentemente desfasado de la realidad y aprovechador de una circunstancia que expertos todavía analizan: tal como en fecha reciente y en previsión de males mayores, el alza del combustible no alcanzó el gasoil, carburante que mueve el parque automotor del transporte en una proporción del noventa por ciento. De nada valieron las argumentaciones de las autoridades municipales de la época y del gobernador de Miranda para el momento, el profesor Angel Zambrano, no tanto sobre el llamado a reconsiderar un alza tarifaria no autorizada, sino en aclarar que el fluido que utilizan las busetas se mantenía en su costo de 0,10 céntimos el litro, lo que no justificaba el incremento que desde la madrugada comenzaron a cobrar los choferes a miles de pasajeros en ruta desde la terminal de pasajeros de Trapichito, hasta sus destinos en el municipio Sucre y el Nuevo Circo de Caracas.
Ni un vidrio roto
A pesar de versiones que nada que tienen que ver con la realidad, como las que se observan en la película “El Caracazo”, el gremio del transporte no sufrió perdida alguna por daños a sus unidades. Luego de la protesta de los usuarios por los atropellos de choferes y “colectores”, que obligaban a bajar de las busetas a quien se negaba a pagar un pasaje no autorizados, aún con amenazas de “carajazos”, y tras el revuelo por la aglomeración de pasajeros en la terminal de Trapichito, y la marcha multitudinaria hacia Guarenas a través de la avenida intercomunal, convocada de manera improvisada in situ, los choferes decidieron “esconder” sus vehículos en la sede de la Guardia Nacional de Mampote, al margen de la estación de servicios ubicada al final de la autopista Petare-Guarenas. Ninguna sufrió daños, ni pedradas, ni cauchos pinchados, ni quemaduras, porque la violencia que llegó a su clímax en el centro de Guarenas para extenderse a los nuevos centros Comerciales Miranda y Trapichito, comenzó a declinar con la tarde ante la represión de la Policía Metropolitana que al verse superada y con un parque decadente de lacrimógenas y proyectiles de goma, se vio suplantada por la fuerza militar cuando entrada la tarde de ese lunes, comenzaron a llegar efectivos de la Guardia Nacional para el férreo control de la situación, que al día siguiente se había extendido en el área, a barrios y establecimientos ubicados a lo largo de la carretera Petare-Guarenas.
Devastación y luto
Los archivos de la morgue del hospital del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales de Guarenas son mudos testigos de la masacre en zonas como La Guairita, y en las urbanizaciones Menca de Leoni y Alejandro Oropeza Castillo, donde las víctimas de balas accionadas por uniformados llegaron a casi una treintena ese mediodía, tarde y noche del 27 de Febrero de 1989, cuando la ira popular se hizo presente en este suelo para enfrentar los atropellos, dejando huérfanos a niños, viudas a mujeres y en lágrimas a padres y madres por la muerte de sus hijos. Esta desgracia debe estar siempre en las cuentas sobre “El Sacudón”, o “Guarenazo”, a la par de la devastación en establecimientos que dejó en la ruina a centenares de comerciantes, muchos de ellos fallecidos sin que les llegara la prometida ayuda económica que el gobierno de CAP aprobó para los afectados por los saqueos. Que iniciaron por un paquete de frijoles que le cobraron a sobreprecio a Eleazar Juárez, no lo creemos así, la carga se llevaba por dentro y reventó la mañana de ese lunes. La historia del 27F se continuará escribiendo…
Alexis J. Castro Blandín
acastro@diariolavoz.net
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