Carlos Andrés Pérez fue destituido por una donación de 17 millones de dólares que le hizo a Nicaragua; hoy contabilizamos cientos y cientos de millones de dólares regalados a ese país
En las dos últimas décadas del siglo XX, en el país reinaba la corrupción, impunidad, irrespeto a los derechos humanos, abandono de los ciudadanos, clientelismo político, nepotismo y barraganato. En 1998, ocurrió un sismo que arrasó con todo lo conocido y tomó el control del Estado prometiendo reivindicar los derechos de los venezolanos. Los resultados de la utopía revolucionaria no pueden ser más tristes, como todo aquello que se construye sobre la base del odio y la retaliación.
Carlos Andrés Pérez fue destituido por una donación de 17 millones de dólares que le hizo a Nicaragua.
Hoy contabilizamos cientos y cientos de millones de dólares regalados a ese país, que hasta para acondicionar terrenos para jugar metras han otorgado. El único argumento visible para este derroche, es la afinidad ideológica del presidente Ortega con el socialismo del siglo XXI.
La entrega de soberanía fue otro los argumentos utilizados para intentar legitimar la asonada de 1992. Hoy estamos a punto de perder todo el Esequibo por negligencia del gobierno.
Nuestros gobernantes reciben órdenes a control remoto desde otros países, los sistemas de seguridad y defensa están dirigidos por personas no nacidas en Venezuela y los guerrilleros colombianos se pasean impunemente por nuestras calles, utilizando, con la anuencia del gobierno, aeronaves y vehículos oficiales. ¿Qué opinaría Simón Bolívar de los autores intelectuales y materiales de la masacre de Cararabo?
Otro justificativo para el levantamiento de 1992 fue la corrupción que devoraba las entrañas del país y que aparentaba ser cohonestada desde todos los estratos del poder.
Todos estamos convencidos que, con sus honrosas y pocas excepciones, no ha habido gobierno más corrupto en Venezuela y, probablemente en el mundo, como el que nos ha gobernado durante estos últimos años.
Funcionarios que antes vivían en ranchos, hoy son propietarios de aviones capaces de realizar vuelos transoceánicos; yates grandes y lujosos, mansiones en las zonas más exclusivas del planeta. Es decir, se codean con los magnates, mientras que en Venezuela, Juan Bimba casi que debe nutrirse con tierra, porque sus 24 dólares de salario no le alcanzan ni para malcomer durante un mes.
Los argumentos esbozados no llegan a dibujar ni siquiera el diez por ciento de la realidad venezolana, por tal motivo, es imperativo y hasta un deber patriótico agotar todos los recursos constitucionales para salir de éste gobierno que será recordado por siglos como el más nefasto que alguna vez tuvo Venezuela. Eso sí, agucemos los sentidos, ¡ya está bueno de tantas improvisaciones!
Noel Álvarez
@alvareznv