Las políticas macroeconómicas equivocadas han hecho su labor de zapa, junto a la ineficiencia, el sectarismo y el dogmatismo
La lucha por el poder continúa. En ella están envueltos intereses de élites políticas e intereses de clase. Del lado del Gobierno se ha debilitado el sostén popular por el deterioro de las condiciones de vida de la gente. La escasez y la inflación pesan.
Las políticas macroeconómicas equivocadas han hecho su labor de zapa, junto a la ineficiencia, el sectarismo y el dogmatismo. Del lado opuesto del espectro, se aprovecha la oportunidad y se pasa a la ofensiva.
Es en este contexto que han sido tomadas las recientes medidas económicas. Y es desde ese prisma que se emiten juicios y opiniones.
Las decisiones tienen deficiencias y lagunas, pero también recogen demandas sobre cambios en la política fiscal y cambiaria, ajuste de precios, promoción de inversiones. Sin embargo, los mismos especialistas que pedían el aumento de la gasolina ahora lo cuestionan.
Lo que cuenta es la lucha cruda por el poder, en el que las teorías económicas y los modelos econométricos son sólo instrumentos de un combate con otros fines.
La agudización de la situación ha impulsado cambios en las inclinaciones electorales y también ha producido un realineamiento de los grupos de poder económico.
En este momento puede observarse la confluencia del empresariado tradicional y de influyentes núcleos del nuevo empresariado, conocido como boliburguesía: ambos sectores acoplan sus acciones para respaldar el cese del mandato de Nicolás Maduro antes de que termine el período constitucional.
Quizás es a estos acercamientos a los que ha hecho referencia el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, cuando recientemente afirmó que “hay un diálogo que está tomando forma en Venezuela y en el que puede que tomemos parte”.
Consideran estos sectores que disponen del respaldo de las clases medias y de amplias franjas decepcionadas de los estratos humildes como para lograr una definición a su favor. A pesar de ciertas diferencias, plantean una ruptura con el sistema político y social vigente en lugar de su modernización, reforma y superación de taras y deficiencias.
No es una mirada hacia el futuro, de progreso, lo que anuncian, sino una reacción.
Se apuesta a una ruptura y no a un acuerdo de cohabitación que sería el camino indicado para superar las dificultades actuales y para crear las condiciones que permitan la construcción de un original modelo de desarrollo que satisfaga a su vez los intereses generales del país, la acumulación privada de capital y la preeminencia sobre el Estado de las clases populares.
No es progreso sino reacción.
Leopoldo Puchi