El régimen debería abrir plenamente las fronteras, especialmente de Táchira y Zulia, sin olvidar a Apure…
Tenía algo más de un año sin ir a San Cristóbal. Ni siquiera pude presenciar alguna de las corridas tradicionales de San Sebastián. Finalmente estuve cuatro días de la semana pasada por esa querida tierra, llena de historia de todos los tiempos y colores. Visitando viejos y nuevos amigos, conversando a fondo sobre la situación nacional y, por supuesto, sobre los delicados problemas que el Estado atraviesa, agravados por el enorme disparate de cerrar y mantener cerrada la frontera con Colombia.
Una verdadera tragedia utilizada como coartada para evadir la responsabilidad oficial por la falta de todo, desde alimentos hasta medicinas pasando por la enorme inseguridad que se siente. También, como consecuencia no buscada, para dejar al descubierto las verdaderas y definitivas responsabilidades por el contrabando mayor, el de la gasolina y el tráfico impune de sustancias ilegales prohibidas por las leyes de ambos países. Todo en las narices de los uniformados que tienen la responsabilidad básica en todo cuanto sucede en el territorio bajo su control directo. No escapa a estas responsabilidades el también uniformado gobernador Vielma Mora, cuya aceptación está en caída libre.
El régimen debería abrir plenamente las fronteras, especialmente de Táchira y Zulia, sin olvidar a Apure. Lo de la gasolina y las drogas quedaría bajo competencia de las fuerzas armadas, pero lo otro, me niego a calificarlo como contrabando delictual. Se trata de un comercio informal que existe desde tiempos inmemoriales. Ha sido factor importante en las relaciones entre ambos países. Centenares de negocios que generan bienes, servicios y trabajo alimentan la vida de uno y otro lado fronterizo. No le hace daño a nadie y beneficia a millares de compatriotas de allá y de acá.
Hablo de compatriotas porque me considero un verdadero bolivariano y no un farsante como los que publicitariamente se proclaman como tales. Entiendo perfectamente las razones que desde ambas parte liquidaron el sueño de Bolívar con relación a Colombia, pero nunca he dejado de pensar que somos una misma nación aunque contenida en dos repúblicas diferentes.
Lejos de alentar las distancias y acentuar las diferencias, Venezuela y Colombia deberíamos trabajar con seriedad en un tratado de libre comercio. Podríamos empezar con una amplia zona franca en las zonas más activas de la frontera común. Podríamos trabajar hasta en función de una futura unidad monetaria y juntos enfrentar los problemas que padecemos. Somos complementarios en todo. Pero debemos enterrar viejos y nuevos prejuicios y, sobre todo, la hipocresía infinita de un gobierno al que le espera el basurero de la historia.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz