Un desafiante Luiz Inacio Lula da Silva dijo el viernes que se sintió «prisionero» cuando la policía allanó su casa y lo llevó a declarar forzadamente por el megafraude a Petrobras, pero el expresidente brasileño afirmó que no teme a la justicia.
El expresidente de Brasil amaneció este viernes con la policía golpeando la puerta de su domicilio en Sao Paulo, un allanamiento para investigar sus supuestos nexos con el multimillonario escándalo en la petrolera, y debió ir a declarar forzadamente
Luiz Inacio Lula da Silva, el obrero metalúrgico que cumplió con el improbable destino de convertirse en uno de los presidentes más populares de Brasil, ve amenazado su legado por sospechas de que se benefició de un inmenso fraude a la estatal Petrobras.
A sus 70 años, el carismático mandatario (2003-2010) que seducía al mundo hace menos de una década de la mano de un Brasil emergente y lleno de ambiciones lleva meses luchando contra la sombra de la corrupción.
Apenas cinco años después de que se despidiera del poder abrigado por una popularidad histórica del 80%, Lula amaneció este viernes con la policía golpeando la puerta de su domicilio en Sao Paulo, un allanamiento para investigar sus supuestos nexos con el multimillonario escándalo en la petrolera, y debió ir a declarar forzadamente.
«Me sentí prisionero hoy de mañana», dijo en la sede nacional del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), tras dar testimonio ante la policía federal en el aeropuerto de Congonhas.
«Si querían escucharme sólo tenían que llamarme que yo iba, porque no debo y no temo» a la justicia, sostuvo rodeado de apasionados militantes.
Nació en el árido noreste del país en octubre de 1945 y conoció desde la cuna lo más dramático de la pobreza en la que vivía casi un tercio de los 170 millones de brasileños.
El séptimo hijo de un matrimonio de analfabetos, fue abandonado por su padre cuando tenía siete años y la familia emigró a la prometedora capital industrial de Brasil, Sao Paulo, como millones de coterráneos necesitados.
Fue vendedor ambulante y lustrabotas, a los 15 años inició su formación de tornero mecánico, y al final de la década de 1970 se convirtió en el líder sindical que dirigió una histórica huelga que desafió a la dictadura (1964-85).
Tres veces fue candidato presidencial y perdió al frente de su Partido de los Trabajadores (PT), que fundó con sindicalistas, movimientos sociales e intelectuales de izquierda.
De lustrabotas
a presidente…
El político al que Barack Obama calificó como «el hombre» llegó finalmente a la presidencia en 2003 montado en promesas de justicia social, mientras el real se derretía ante el terror de los mercados a un presidente obrero y sindicalista.
Esta tarde se confesó lastimado, pero anticipó que dará batalla y hasta coqueteó con una eventual postulación: «No sé si seré candidato en 2018, la naturaleza a veces es implacable con los mayores de 70 años. Pero la ciencia avanzó y eso aumenta mis ganas».
«Escapé de morir de hambre antes de los cinco años, eso fue un milagro. El segundo fue obtener un diploma de tornero mecánico. Otro fue adquirir consciencia política, fundar un partido.
Y otro milagro fue que llegué a la presidencia de la República. Y fui mejor que todos ellos, cientistas políticos, médicos, abogados que presidieron el país», recordó entre los carteles de apoyo de los militantes del PT.
Durante sus dos mandatos, empujados por el viento a favor de la economía mundial, 30 millones de brasileños salieron de la pobreza e ingresaron en las clases medias, acelerando la máquina de consumo y bombeando la economía del país de 200 millones de habitantes.
Defensor del mundo en desarrollo, el expresidente fue uno de los pilares de la creación de un nuevo estilo de gobernanza internacional que daba mayor protagonismo a las grandes economías emergentes, jugando un importante papel en la formación del grupo BRICS, que asoció a Brasil con las economías de Rusia, India, China y Sudáfrica.
En el mundo, su ascensión causó furor y los presidentes disputaban su tiempo para visitar o recibir al mandatario descrito por la revista Foreign Policy como una «estrella del rock de la escena internacional».
Lula coronó su mandato y su popularidad mundial consiguiendo para Brasil la sede de la Copa del Mundo de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro en 2016.
Aunque no acabó la secundaria, el expresidente cuenta con 30 títulos honoris causa de universidades de todo el planeta.
Bajo sospecha
La causa Petrobras no es la primera en la que se ve envuelto en un escándalo de corrupción. En 2005 su gobierno tambaleó y perdió algunos de sus principales ministros y jerarcas del PT, acusados de crear una millonaria contabilidad ilegal para pagar a partidos y congresistas a cambio de apoyo político.
El mandatario consiguió mantenerse al margen, fue reelecto en 2006 y en 2010, consiguió la victoria de su ahijada política Dilma Rousseff, entonces prácticamente una desconocida.
Un año más tarde, le fue diagnosticado un cáncer de laringe que superó, aunque dejó huella en su voz eléctrica con la que lleva meses defendiéndose del goteo incesante de acusaciones que lo relacionan con el fraude en Petrobras.
Mientras, a su sucesora le ahoga una profunda crisis que oscurece el futuro de Brasil.
«No hay en este país un alma viva más honesta que yo», afirmó hace un mes, cuando los rumores sobre su presunta implicación en el escándalo ya eran portada de la prensa nacional.
Rosa Sullero / AFP