Si el gobierno estuviera verdaderamente interesado en ayudar a los pobres, debería reformular el control de cambio y de precios, para que, con los recursos excedentarios recaudados por el ajuste de la moneda, otorgara ayudas directas a quien las necesite
El gobierno argumenta que el precio preferencial asignado a la divisa es para garantizar a los que menos tienen, el acceso a los alimentos de primera necesidad y medicinas, a menor precio. Pocos creen ese cuento, en la práctica, este “salvoconducto” se convirtió en el mecanismo más expedito para la aparición y sostenimiento de la más vergonzosa red de corrupción jamás vista en Venezuela.
Las nuevas fortunas, cultivadas a la sombra del poder, hoy son propietarias de periódicos, canales de televisión, circuitos de radioemisoras, empresas de alimentos, líneas aéreas, entre muchos otros bienes.
Si el gobierno estuviera verdaderamente interesado en ayudar a los pobres, debería reformular el control de cambio y de precios, para que, con los recursos excedentarios recaudados por el ajuste de la moneda, otorgara ayudas directas a quien las necesite.
Estoy seguro que estas serian infinitamente menores a los millones de dólares que van a parar a las faltriqueras de la corrupción. Cálculos extraoficiales señalan que de cada 10 dólares preferenciales otorgados, 8 van a parar a las cuentas de los defraudadores y solo 2, se destinan a alimentos y medicinas.
Estas divisas mal habidas, luego, son reingresadas a Venezuela y vendidas en el mercado paralelo, convirtiendo de la noche a la mañana a pobres de solemnidad en magnates.
Los subsidios indirectos siempre han beneficiado a quien tiene más poder de compra y nunca a quien verdaderamente los necesita.
Por cada paquete de harina precocida a precio regulado, que el pobre logra comprar, después de hacer horas de cola, bultos de ella atiborran las despensas de altos funcionarios civiles o uniformados.
Sobran ejemplos emblemáticos, como la red de corrupción desmantelada recientemente en los abastos Bicentenario, cuentan que eran cientos de bolsas repletas de dinero las que consiguieron en uno de los allanamientos, por si fuese poco, mientras al común de la gente le niegan el acceso a los dólares, las maletas llenas de divisas viajan hacia La Guaira y hasta alcanzan para tornear cuerpos a gusto del financista.
Cuando este gobierno salga, tendremos un titánico trabajo: rastrear hasta el último céntimo que tengan depositado, ya sea en Venezuela o en el exterior.
Como dicen en la calle, se podrán salvar de una fiebre amarilla pero no de que localicemos donde escondieron el dinero. Y si hacen lo que me contó mi abuelo, que antaño las grandes fortunas convertidas en morocotas eran enterradas en ollas de barro, pues hasta allí iremos a desenterrarlas para ser restituidas a sus legítimos propietarios: todos los venezolanos.
Noel Álvarez
@alvareznv