Siempre hay vivillos que no se tragan la píldora ideológica, religiosa, televisiva y lo peor es que pueden llegar a ser mayoría
Continuamente y sin clemencia. Y apenas se pone cómico hay que endurecer el castigo, para que no siga votando por Chávez, por Correa, por Lula, por Daniel, por Mel, por Lugo, por Evo, por el Pepe, por los Kirchner.
Hay que diversificar los escarmientos. En tiempos de sumisión hay que someterlo a penas agobiantes, que lo mantengan apabullado, resignado, aturdido, desmoralizado, desesperanzado.
Pero es normal que sus condiciones de vida, hay días, lo apremien a rebelarse y entonces le da por soberanía, democracia de verdad, control de medios de producción y demás peligros.
Hay entonces que endurecer los maltratos, empezando por el simbólico: convencerlo de su escaso valor humano, humillarlo diciéndole que solo merece ser gobernado por Capriles o por Rosales.
Pero cuando esa convicción falla y Chávez le infunde autoestima, hay que denigrarle a sus héroes, heroínas, dirigentes, capitanes. Hay que persuadirlo de que sus países son una basura sin remedio. Que basta que algo sea venezolano para que sea barato, chapucero, precario, vergonzoso, niche, chimbo, balurdo, feo, chambón, tierrúo, ridículo, conuquero, chaburro, maburro, fu.
Pero siempre hay vivillos que no se tragan la píldora ideológica, religiosa, televisiva y lo peor es que pueden llegar a ser mayoría.
Para ellos hay cumbres de tortura, dictaduras, traiciones adecas, represión, prisiones, exilios, desapariciones y asesinatos mondos y lirondos. Pero eso tiende a afectar solo a su vanguardia, a Danilo, a Serra, a Durán, a…
A veces es necesario represaliarlo entero. Rutinariamente se le mantiene sometido a escasez, carestía, pobreza, ahogo. Pero en ocasiones extremas de rebelión popular es necesario endurecer todo eso. Inducir escasez a través de acaparamiento, contrabando de extracción, especulación, captando para ello al pueblo mismo.
Funciona de lo más bien porque no hace falta todo el pueblo, basta seducir a pequeños grupos de baja moral, el lumpenproletariat, por ejemplo, a funcionarios, ponle.
Pero no solo lumpen sino también sectores menos precarios, a la que se autocalifica de clase media. Es cuando se llega a la pena perfecta: cuando parte del pueblo se autocastiga votando por sus verdugos y culpando del castigo a los líderes de su rosal principal.
Roberto Hernández Montoya
aporrea.org