Una intervención sobre Venezuela de una OEA dirigida por Luis Almagro equivale a una intervención de Estados Unidos
Es probable que en el transcurso de este año se celebre un referendo revocatorio, que es el mecanismo constitucional para las situaciones en las cuales una parte del electorado considera que debería ponérsele cese a un mandato de elección popular. La MUD está en pleno derecho de activar este mecanismo.
Sin embargo, tendría que estudiar con mucho detenimiento las solicitudes que buscan una intervención de la OEA, ya que hay que tener en consideración que una intervención extranjera crea un contexto de excepción que altera la vida política interna y genera escenarios en los cuales es muy difícil que una nación mantenga las formas convencionales de hacer política.
No se trata de un asunto cualquiera, porque la OEA no es un organismo internacional cualquiera. Como se sabe, esta organización fue concebida desde sus inicios durante la guerra fría como un brazo de la política exterior estadounidense, que para entonces tenía como propósito esencial enfrentar a la Unión Soviética. Una vez concluída esa guerra, la OEA ha debido redimensionarse y adaptarse a las nuevas realidades.
Pero no ha ocurrido así y continúa siendo parte de la arquitectura de la geopolítica de Estados Unidos. Bajo esta condición, ese país goza de prerrogativas especiales en el seno de la organización que lo colocan por encima de los otros países miembros y le permiten moldearla a sus intereses.
La elección en varios países latinoamericanos y del Caribe de gobiernos que están en desacuerdo con esa concepción de la OEA no cambió esa racionalidad básica de su origen, aunque fue matizada.
Hace un año, Luis Almagro logró llegar a la Secretaría General de la mano de Pepe Mujica, por lo que se esperaba que se diera inicio a un proceso de reformas e innovaciones para ajustar la estructura y la actuación del organismo a los cambios que han tenido lugar en la región y convertirlo así en un verdadero foro entre las dos partes del hemisferio, que no siempre tienen visiones comunes.
Sin embargo, Almagro al llegar a su nuevo cargo dio la espalda a Mujica y no ha emprendido las reformas que se esperaban.
Muy al contrario, ha asumido como natural el paradigma según la cual la OEA debe servir de instrumento para que los países del hemisferio se acoplen al dispositivo geopolítico y militar estadounidense.
En lugar de avanzar y modernizar, Almagro ha retrocedido y la OEA bajo su conducción luce como algo del pasado, congelada en un ayer.
No es un organismo interamericano capaz de actuar con independencia ni está en condiciones de actuar como mediador.
En este contexto, una intervención sobre Venezuela de una OEA dirigida por Almagro equivale a una intervención de Estados Unidos.
La oposición venezolana no tiene por qué avalarla, ni necesita hacerlo para competir en unas votaciones.
Leopoldo Puchi