Este lunes iniciamos la Semana Santa, durante la cual recordamos la pasión y muerte de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Lamentablemente el sacrificio que hizo el Hijo de Dios por todos nosotros se ha convertido en una simple hecho histórico, ya que algunas personas no entienden su verdadero significado espiritual.
Leamos estos dos textos de las Santas Escrituras: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que me arrancaban la barba, ante las burlas y los escupitajos, no escondí mi rostro”, Isaías 50-6.
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras iniquidades. Sobre Él recayó el castigo, precio de nuestra paz y gracias a sus heridas fuimos sanados”, Isaías 53:3.
Estos dos versículos son del Antiguo Testamento, dichos por un Profeta inspirado por el Espíritu Santo, más de 600 años antes de que Dios viniera al mundo en forma humana.
Jesucristo también predijo su sufrimiento, su muerte y su resurrección, tal como lo podemos leer en el versículo 22 del capítulo 9 del evangelio de Lucas: “El Hijo del Hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Es necesario que lo maten y que resucite al tercer día”.
Esas lágrimas que brotan cuando vemos las películas sobre la crucifixión, deberían derramarse todos los días, si en verdad comprendiéramos el verdadero significado de la Semana Santa.
Ninguna religión, organización, hombre, sacrificio, ritos, sacrificio o tradición, puede salvarnos, solo la sangre de Cristo lo puede hacer.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
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