No todo el sentimiento opositor en Venezuela expresa una visión de “ruptura” y “transición” en cuanto a la realidad política nacional
Es natural y común que un gobierno pierda las elecciones cuando los electores consideran que ha realizado una mala gestión. Siempre ha sido así, sea México, Alemania o Japón. A veces son gobiernos de izquierda los que pasan a la oposición, otras veces gobiernos de derecha. En Perú, por ejemplo, el gobierno de Ollanta Humala, que ha aplicado políticas económicas liberales, se encuentra en una situación electoral tan difícil que su candidato ha tenido que retirarse de la contienda, ya que no ha encontrado ningún tipo de respaldo. En Venezuela, dada la caída de los precios del petróleo y el malestar generado por las colas y la inflación, es de esperarse que en un próximo proceso electoral, bien sea elección de gobernadores o referendo revocatorio, el Gobierno pierda las votaciones, aunque seguramente conserve un alto caudal electoral. Nada especial o fuera de lo natural. Se trataría de la alternancia dentro del sistema.
Sin embargo, en la realidad actual del continente, el proceso político venezolano no es concebido por importantes factores de poder como parte de la dinámica de alternancia Gobierno-oposición, sino dentro de un esquema de “transición” y “ruptura” con el sistema económico, social y político en vigor. Es esto lo que le brinda a la situación venezolana, y en cierto modo a la de otros países como Bolivia o Nicaragua, un carácter particular, porque se apunta al desmantelamiento de las bases del sistema y no solo al cambio del presidente de turno o de determinadas políticas públicas.
Ahora bien, no todo el sentimiento opositor en Venezuela expresa una visión de “ruptura” y “transición”. Al contrario, pudiera decirse que en el respaldo electoral a la oposición es mayoritaria la tendencia a una alternancia dentro del sistema. Lo que ocurre es que la fuerza de los llamados poderes fácticos es muy grande. Uno de ellos es Washington, que aspira a reintegrar a su dispositivo geopolítico a varios países de la región que se han separado de éste, para lo cual actúa directamente sobre el acontecer político nacional, lo que es contrario a la legalidad internacional. El otro factor que se ubica en un esquema de “ruptura” es el que conforman los grupos radicalizados del empresariado venezolano y de una parte de la élite política que no es partidaria de la preeminencia de los sectores populares sobre las políticas del Estado.
Al plantearse la situación en términos de “transición” y no de alternancia dentro del sistema, la confrontación puede alcanzar grados muy elevados, a un punto en que incluso puede salirse de los rieles institucionales. No es lo mismo alternancia que “ruptura” y “transición”.
Leopoldo Puchi