Algunos podrán ver esta quema como símbolo de popularidad, pero el desprecio que esto refleja es aún más significativo que la popularidad
Nuestros Judas
El saber popular es infranqueable. Tradicionalmente, el pueblo decide a qué figuras quemar, representadas en unos monigotes bastante pintorescos en muchas de las principales ciudades del país. Esta tradición generalmente salpicada de influencias partidistas, por lo general tienen mucho más de espontaneidad a pesar de que se emitan comunicados oficiales de organizaciones políticas que pretenden dar línea a sus militantes para definir los personajes de la época.
Este año, el desprecio a la polarización fue evidente. A diferencia de otros años, donde pocos personajes de oposición y del gobierno eran los más populares, el presidente Maduro sin duda fue la figura estelar, acompañado de Ramos Allup, Obama, Lorenzo Mendoza, Capriles, Ramón Muchacho, Nelson Merentes, Hector Rodríguez y hasta los bachaqueros fueron objeto del desprecio popular.
Seguramente algunos podrán ver esta quema como símbolo de popularidad, pero el desprecio que esto refleja es aún más significativo que la popularidad. En el caso particular del Presidente, pareciera típico que esto suceda, pero en el nivel que ha sucedido esta vez, y que se diera el fenómeno de quemarlo junto a Ramón Muchacho, dice mucho del desprecio ante la polarización impuesta, que no es el mejor reflejo de la realidad de un país plural, diverso, y cansado de un «bipartidismo» al mejor estilo adeco-copeyano que se había pensado superado.
No tengo duda en pensar que el pueblo anda pidiendo a gritos una nueva forma de hacer política, una nueva referencia politica que supere este ciclo vicioso que nos tiene sumergido en el peor caos éconómico de la historia contemporánea venezolana.
El agua bendita de Muchacho
El síndrome de Estocolmo expresa la situación en la que se puede encontrar el sujeto que, siendo secuestrado, termina apreciando a quien lo retiene. Tanto rechazar el personalismo del presidente Chávez terminó conduciendo a muchos a la admiración del modo efectivo de quien tuvo que emitir un decreto para impedir el uso y abuso de su imagen y ni siquiera así lo logró. La entrega de agua bendita por parte de alcalde de Primero Justicia, Ramón Muchacho, con el rostro de él y su esposa, no sólo es un asunto de mal gusto, sino de claro vicio de quienes se dicen llamados a superar lo que tanto han criticado. Pero peor aún es el conflicto interno de la MUD, que se evidencia con la actitud de militantes de Voluntad Popular, llevando las cenizas del monigote del Alcalde quemado en su propio municipio a la puerta de su residencia. Mientras el país se despedaza por negligencia gubernamental y ausencia de liderazgo, los de la MUD siguen peleando por una caja de cartón vacía.
Nicmer Evans
aporrea.org