Los políticos recurren a calumniar a sus oponentes sin tener en sus manos ni una prueba al respecto
Los políticos son generalmente cínicos. Se aprovechan de los errores de los adversarios en su favor, a pesar que hayan cometido los mismos en el pasado cercano. No es una conducta para inquietarse.
También son mentirosos y demagogos. Prometen el cielo sin tener en mente la intención siquiera de pensar en cómo alcanzarlo. Recurren también a calumniar a sus oponentes por lo que efectúan acusaciones sin tener en sus manos ni una prueba al respecto.
Éstas son conductas pésimas, pero tan extendidas y recurrentes que ya no asombran ni preocupan importantemente. El “eterno” tuvo esta misma conducta, no se diferenció de los políticos tradicionales que enfrentó en estos aspectos, a pesar que siempre se presentó y fue presentado como distinto a los del pasado. Su cinismo, sus mentiras y sus calumnias, son claras en su legado y están presentes en la conducta diaria de sus herederos, gobernantes o no.
Pero adicionalmente, el “faro que iluminaba el camino de la humanidad” llevó todos los vicios señalados y muchos otros a niveles extremos, no vistos previamente por los venezolanos.
Tanto, que hizo pequeñas las mismas depravaciones del pasado adeco-copeyano, las cuales aparecieron ante la gente común como triviales, inofensivas, poco importantes a la hora de la valoración de los líderes herederos de la mal llamada cuarta república. Chávez no prometía disminuir la pobreza, él hablaba de eliminarla para siempre y en muy poco tiempo.
Ofreció acabar con los niños de la calle, sin siquiera pensar en buscar a un especialista en el área, para saber cómo se debía enfrentar este grave problema, hoy, 18 años después, mucho más extendido que antes. Sus niños de la calle se convirtieron en los delincuentes juveniles e integrantes de bandas, que hoy asaltan y asesinan en las calles de Venezuela. He allí su legado.
Condenaba el nepotismo y fue su principal practicante. Reduciría el elevado número de ministerios gubernamentales, para luego crear tantos que perdimos la cuenta. Acabaría con la numerosa burocracia oficial y la triplicó. Dijo haber acabado el analfabetismo, pero el Censo de 2011 nos sacó del engaño. Llenaría al país de grandes hospitales y lo que tenemos es una investigación de la Fiscalía, por la apropiación indebida de los recursos asignados.
Acabaría con la miseria extrema y ésta es actualmente mayor que en 1998. Condenó la apertura petrolera adeco-copeyana, pero él ejecutó una más entreguista en la Faja del Orinoco. Y sus discípulos no se han quedado atrás. Viven políticamente de promesas, que presentan como si ya existieran. Niegan a sus adversarios la amnistía que ellos recibieron, pero sí la piden para la guerrilla colombiana.
Su democracia es “protagónica” pero no se puede protestar en las calles. Acusan al rentismo petrolero de causar la crisis, pero quieren recurrir al rentismo minero para atenuarla. Es sin duda la puesta en marcha de la obscenidad en la política.
“Niegan a sus adversarios la amnistía que ellos recibieron, pero sí la piden para la guerrilla colombiana…”
Luis Fuenmayor Toro