Cuando nos introducimos en la pista de baile, nuestro cuerpo intenta sincronizarse al ritmo de la música y nuestro cerebro orquesta todos esos movimientos, ordenando a nuestras articulaciones cuándo y cómo moverse. Estamos bailando.
Los mecanismos del cerebro
Existen distintos mecanismos neuronales relacionados con el baile: cuando nos movemos, empleamos neuronas y sustancias químicas del cuerpo para controlar los músculos que afectan a las articulaciones, al movimiento y al equilibrio. El sistema nervioso activa grupos de músculos que trabajan juntos para lograr un amplio rango de movimiento y así demostrar nuestras muchas o pocas dotes como bailarines.
Los movimientos voluntarios, como bailes con una coregografía marcada como una bachata o el tango, se originan en la corteza motora, que está implicada en la planificación, control y ejecución de este movimiento.
Las señales procedentes de la corteza motora viajan a través de 20 millones de fibras nerviosas de la médula espinal para que, por ejemplo, la muñeca o el dedo del pie respondan de una manera determinada. Curiosamente, cuanto más pequeño es el movimiento, más dedicación recibe de la corteza motora, lo que llamamos la corteza somatosensorial, una región media del cerebro responsable del control motor, que también juega un papel clave en la coordinación ojo-mano.
Por otra parte, los ganglios basales, otro grupo de células del cerebro, también se comunican con otras regiones del cerebro para coordinar sin problemas el movimiento. Así, todo este complejo engranaje del cerebro traduce finalmente las señales neuronales en la lista de baile convirtiendo nuestros movimientos en reales.