Primero inundaciones y luego un potente terremoto: la naturaleza parece haberse ensañado con Abdón Calderón, una localidad en las afueras de Portoviejo, en el oeste de Ecuador, a unos 180 km al sur del epicentro del potente sismo que golpeó el país.
«No ha pasado ni una semana y la naturaleza nos ha castigado tan duro. No sabemos por qué, pero la vida nos pone pruebas», dijo este domingo a la AFP Nelly, de 73 años, mientras observaba cómo el mercado de abastos del pueblo quedó en escombros tras el fuerte movimiento telúrico ocurrido la víspera.
Nelly, quien no dio su apellido, pasó la noche en la calle por temor a nuevos sismos. En camiseta y tomándose los brazos por el frío cuenta los pesares del pueblo, que la semana pasada resultó anegado por fuertes lluvias que provocaron deslizamientos en la zona.
«El lunes el agua inundó el poblado, no había casa que no se haya llenado. El agua nos llegó hasta el pecho en la principal avenida», agregó sobre la vía en la que se asentaba el edificio de dos plantas.
«De ahí ya han sacado a un muertito», señaló la mujer apuntando al destruido mercado de Abdón Calderón que, como otras localidades de la costa ecuatoriana, sufrió considerables daños por el terremoto de magnitud 7,8 que sacudió a Ecuador sobre las 19H00 (00H00 GMT) del sábado y las más de cien réplicas que le han seguido.
«Cómo no voy a llorar»
El mercado de Abdón Calderón se desplomó como un «castillo de naipes», contó Nelly mientras el bombero Alberto Santana inspeccionaba entre los escombros y hierros retorcidos para tratar de recuperar el cuerpo de una víctima, que bajo una gran placa de concreto está a la vista de todos.
La infraestructura parece un sándwich aplastado, como si sus columnas y paredes hubieran sido retorcidas como plastilina.
«Salimos apurados a la calle y ya vimos el mercado en el suelo», continuó la desconsolada anciana, sin poder evitar las lágrimas.
«Cómo no voy a llorar, había una persona atrapada que gritaba pidiendo auxilio, pero después ya dejó de gritar. Ay, Señor, fue terrible».
Los bomberos que trabajan en la zona dan cuenta de la tragedia.
«Cuando llegamos esto ya estaba todo abajo. Fueron dos remezones y todo cayó abajo, de una sola. Ya hemos encontrado a dos víctimas», detalló Santana a la AFP.
Francisco Mendoza, de 51 años, era uno de los fallecidos y su cuerpo se podía observar desde la calle. Además de dedicarse a la agricultura, tenía un puesto de ventas afuera del mercado que atendía los sábados y domingos.
«Entró a orinar, a ocupar un baño dentro del mercado. Vea las cosas de la vida, a orinar y ahí le cogió el terremoto», dijo a la AFP Colón Mendoza, de 73 años y padre de la víctima.
Con la voz entrecortada, Colón señala: «Este sismo no se iguala a los que he sentido. Este fue más fuerte, como nunca, sonaba tanto la casa que daba miedo, era una sonadera tremenda».
«El terremoto fue largo, largo», anotó el hombre, quien acongojado y mirando al piso se pregunta: «¿Y ahora qué va a pasar con la viuda y los dos huérfanos (de 5 y 10 años) que deja Pancho?». AFP