Muere la revolución y el gobierno parece celebrar sus ruinas, nadie le cree al presidente. A Diosdado menos…
La oscurana de estos tiempos en Venezuela fue la desgraciada servidumbre que ningún gobierno jamás haya dado a este país. Venezuela está sin luz. Y hasta sin luces de gobierno. El gobierno anda a destajo en sus caminos. Macilento. Pesado al andar. Una severa dejadez lo lleva indefectiblemente al holocausto. Muere la revolución y el gobierno parece celebrar sus ruinas. Nadie le cree al presidente. A Diosdado menos. A Héctor Rodriguez, nada. Y en casi todas partes hay celebraciones póstumas de las ruinas de la revolución. Porque muy mal lo hemos hecho. Ya no hay trabajo productivo en este país. Hay quienes piensan que pronto se decretará la asistencia al trabajo por terminal de cédula. Hasta en ese ridículo andamos. El agua convertida en sed ciudadana porque escasea hasta en los lugares donde nace fulgurante, ya no puede ni siquiera ser llevada a los hogares de los venezolanos. Los motores que recientemente se inventaron quedan ya para el recuerdo triste de un arranque que nunca ocurrió. Y vean nada más el Motor Minero, envejecido prematuramente en un Arco Minero tomado por mafias de delincuentes donde nadie apuesta un centavo por la incompetencia del gobierno en hacer prevalecer la ley. Hay en Guayana una demoledora simbiosis entre delincuentes mineros y funcionariado publico con la mirada complaciente de un gobernador que desde hace rato Chávez lo hubiera raspado. Y revisen que el Motor Turístico quedó para el ridículo, cuando se quiere presentar como una alternativa, siendo que lo más elemental como son las bujías de su arranque convertidas en los servicios públicos, andan por los estratos del subsuelo. Y no me digan más nada por Dios, del motor dizque de la exportación. Eso da pena hasta nombrarlo. Pero presidente, su terquedad en dejar ese gentío incapaz que le rodea en su gabinete es precisamente el puntal de sus fracasos. Ya ninguno excepto el ministro de electricidad que mete frecuentemente la pata, quiere ni hablar y cuando Aristóbulo lo hace, advierte en su fraseo la solicitud de disculpas por la torta que brindamos. Los tiempos se nos vinieron encima. Cuando me toca hacer cola para comprar alimentos yo tampoco quiero ni hablar, porque estoy rodeado de gente inconforme que grita sin aspavientos la retirada del gobierno. Y mal que nos pese, tienen toda la razón. Porque aplicamos mal un socialismo que no era así. Un socialismo que actúe contra la gente, cualquiera sea la razón que no supimos enfrentar y vencer, simplemente hay que abandonarlo para tomar otro camino en la lucha que le depare mejores destinos a un pueblo que llora hoy sus desdichas por avalar con sus esperanzas, el andar de un camino equivocado.
Neri La Cruz
aporrea.org