Existe una ruta electoral y democrática para modificar el pernicioso rumbo que hoy lleva nuestro país, y, si bien es un sendero que no se muestra exento de vericuetos y obstáculos, es sin duda muy claro
Al momento de escribir estas líneas se encuentra la ciudadanía venezolana activada y firmando masivamente para exigir su derecho a que se active el referendo revocatorio presidencial.
En la calle y en hechos, se deja sentir de forma equívoca la que todos sabemos es la voluntad de la gente. De nada sirve perseverar en la miopía o negar insistentemente la realidad. En casos como estos, postergar y complicar lo que es inevitable, solamente sirve para robustecer la urgencia del cambio.
Recordemos que La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela permite revocar todos los cargos de elección popular transcurrida la mitad de su mandato, que en el caso del actual presidente, Nicolás Maduro, se cumplió en enero del 2016. Hablamos pues, de un derecho constitucional e ir contra el mismo sería desobedecer a la Carta Magna.
Siempre hemos sostenido que existe una ruta electoral y democrática para modificar el pernicioso rumbo que hoy lleva nuestro país, y que, si bien es un sendero que no se muestra exento de vericuetos y obstáculos, es sin duda muy claro y sobretodo eficaz para construir con solidez el nuevo e imperioso rumbo.
Ciudadanos y organizaciones alineadas con esta concepción de país, han seguido adelante, obstáculo tras obstáculo, para apuntalar la única forma de asegurar una historia futura sustentable para nuestra nación, una manera de sanar las heridas que se han venido cultivando en las dos últimas décadas.
Desde Primero Justicia no solamente a través de nuestra dirigencia, sino también de nuestros militantes y simpatizantes, nos hemos lanzado a las calles de manera consecuente y consistente a mantener la moral en alto a través de tantos momentos adversos que nos ha tocado atravesar en los últimos tiempos.
Se trata de la vía que hemos escogido los venezolanos de vocación democrática para solucionar la crisis por la que atraviesa el país para el tan necesario cambio político de gobierno. Y los demócratas sabemos que la solución a la intensa y prolongada crisis que padecemos tiene que pasar sin falta por la consulta electoral.
Y esta afirmación incluye a los venezolanos que de buena fe han creído en la autodenominada revolución; pero que han visto sus expectativas no solamente defraudadas, sino traicionadas con el accionar de una administración que ha estado muy alejada de las verdaderas necesidades de la gente y que se ha empeñado en acrecentar su poder aún a costa de crear mayores desgracias para sus propios seguidores.
Lamentablemente, las autoridades a quienes corresponde dar respuesta al clamor popular, han demorado más de lo justo y lo deseable en escuchar la urgencia de todos. Pero finalmente lo han hecho, con la entrega de la planilla para recolectar las firmas y solicitar formalmente el referendo.
Por encima de las lamentables y condenables demoras, sí es posible contarnos este mismo año, a despecho de quienes creen que no llegaremos e incluso de quienes han trabajado para que no lleguemos. La Mesa de la Unidad Democrática lleva en sus hombros años de duro trabajo y está curada de espantos, ya nada le sorprende y tiene la voluntad de reaccionar con rapidez y eficacia ante cualquier obstáculo, a fuerza de haber sorteado tantos.
La urgencia por contarse está presente también sin duda entre los partidarios del gobierno que ostenten un talante democrático, ya que sin duda deben saber que la única manera de abrir una puerta en el futuro del país a su opción política es acudir a la cita comicial y que quien cede el paso, se ensancha el camino.
Ni la mayor de las terquedades se puede mantener en pie cuando ha llegado el momento histórico para el cambio. Es mejor fluir con el futuro; porque, en caso contrario, será el país mismo quien deje atrás a quienes se empeñen en contradecirlo y no se monten en el tren del porvenir.
Cualquier contratiempo ha quedado superado con el empuje de la gente insatisfecha en la calle, la gente que exige, desde su venezolanidad, un golpe de timón en este error que nos ha hundido en las mayores dificultades de nuestra vida republicana.
La democracia no se ha rendido en Venezuela, y hoy menos que nunca, cuando la perseverancia insiste en dar sus frutos. Como escribiera en su cuenta de Twitter el diputado Julio Borges: “Ha comenzado en Venezuela un proceso de cambio irreversible”.
Hoy el tiempo nos da la razón con la masiva apuesta de los venezolanos por la tarea que toca en el momento: firmar. Con emoción, con entusiasmo, con rabia o con dolor. Pero sobretodo con la certeza de estar haciendo lo correcto y de ser un instrumento efectivo y con poder de cambio dentro del devenir actual de Venezuela.
David Uzcátegui