Una vez más, en este mundo preapocalíptico en el que los peligros se esconden donde menos lo esperamos, un equipo de investigadores acaba de señalar el nuevo enemigo número uno que nos acecha en los baños públicos: los secadores de manos.
Errores de higiene cometemos todos, a diario, cada momento. Desde no lavar las sábanas y la ropa de cama lo suficientemente a menudo o cometer errores en la regularidad de nuestras duchas –tanto por exceso como por defecto–, hasta cosas tan habituales como restregarnos por la cara el infecto teléfono móvil que has dejado sobre todo tipo de superficies dudosamente desinfectadas, o toquetear monedas y billetes llenos de suciedad. Pero en lo que a nuestra insalubridad vital se refiere, nunca hay suficientes avisos.
¿De verdad te estás desinfectando las manos?
Los investigadores de la Universidad de Westminster aseguraron –y quizás exageraron– que su estudio contenía información privilegiada sobre los miles de gérmenes que estos secadores propulsan al aire: cada vez que se activa uno de estos secadores, se esparcen por el aire 1.300 veces más virus que cuando utilizamos toallas de papel.
El reciente estudio que ha sido publicado en la revista ‘Journal of Applied Microbiology’ ha demostrado que colocar un secador de manos en las proximidades de los lavabos “es como poner una bomba de propulsión viral en el cuarto de baño”. Y no solo porque no estén cayendo encima de las manos cuando accionamos la máquina y empieza a salir el aire caliente.
Los científicos creen que el problema puede afectar a las personas que ni tan siquiera se acercan a estos aparatos. “Los virus pueden aguantar largos periodos de tiempo y son capaces de llegar a distancias mucho más lejanas al ser propulsados por el aire”, mucho más lejos de lo que imaginas.
Sin embargo son muchas las personas que siguen creyendo que es más higiénico secarse las manos con estos aparatos. Al fin y al cabo, si los colocan en los servicios será para que se usen. Pero no tienen ni idea de a lo que se están exponiendo.
Propulsión vírica
Tras dividir las zonas de varios cuartos de baño y colocar una serie de paneles de varias alturas para analizar en qué áreas se posaban y concentraban mayoritariamente los gérmenes al ser propulsados por el aire caliente, los investigadores alertaron de que “alrededor del 70% de ellos aterrizaban directamente a la altura de la cara de los niños”.
Y ojo, porque tal y como midieron y calcularon, los gérmenes son capaces de desplazarse hasta a tres metros de distancia de la zona de secado hasta cualquier rincón del cuarto de baño, espacio que no se caracteriza precisamente por estar libre de residuos y bacterias en las áreas lejanas a los lavabos. Además, les sorprendió descubrir que 15 minutos después de la explosión del chorro de aire, había 50 veces más partículas virales en el aire que si se hubiesen utilizado toallas de papel.
La solución, según los investigadores y casi cualquier persona con dos dedos de frente: utilizar toallitas de papel o, en el peor de los casos y bastante más común que encontrarnos con un baño público totalmente equipado, deja que se te sequen las manos al aire como a la antigua usanza.
La ciencia de lavarse las manos
Hace apenas unos días insistimos en informarte de que lo estabas haciendo mal y que así es como debes lavarte las manos, según la ciencia. Y no es la primera vez que te hablamos de la importancia de mantener una higiene correcta en estas extremidades siguiendo los pasos adecuados como frotarte entre los dedos; no olvidarte del dorso de la mano y muñecas; usar siempre jabón y, cómo no, dedicarle el tiempo suficiente, por lo menos, por lo menos, lo que tardes en cantar dos veces el cumpleaños feliz, aseguran guías como la de los Centers for Disease Control and Prevention (CDS) estadounidenses y la de la Organización Mundial de la Salud.