Faustina Sarmiento, abogada y abuela de Leider Eduardo Rico, de 18 años, clama por justicia y pide que le caiga todo el peso de la ley a Ignacio Dávila (40), conocido como “El Morocho”, quien se salvó de morir linchado por la furia vecinal porque la PNB llegó a tiempo.
Un taxista mató al liceísta Leider Eduardo Rico Sarmiento (18), porque lo encontró en su casa conversando con su hija de 16 años, con la que tenía amores a escondidas, en la calle La Unidad, barrio Gran Colombia, Los Rosales.
Faustina Sarmiento, abogada y abuela de Leider clama por justicia y pide que le caiga todo el peso de la ley a Ignacio Dávila (40), conocido como “El Morocho”, quien se salvó de morir linchado por la furia vecinal porque la PNB llegó a tiempo.
El domingo celebraban el día de la madre, había mucha gente en la calle, la pareja aprovechó el momento para conversar y alguien le avisó a Dávila, quien llegó en su taxi hecho una furia.
Se fue sobre Leider, a cachazos le desfiguró el rostro, el muchacho no reaccionaba y sus amigos le gritaban “pégale tu también lencho, no te dejes”, pero como el taxista estaba armado el joven echó a correr y saltó por los techos.
El hombre lo persiguió y le disparó.
En vista de que no encontraban a Leider, lo gritaban y no respondía, le exigieron una explicación al taxista, quien respondió “recojan su gallo muerto, búsquenlo por ahí que solo le di un tiro en la columna”.
En una platabanda, tres casas más adelante, encontraron a Leider y al constatar que no tenía signos vitales, se enfurecieron los vecinos, golpearon el carro del taxista y el hombre les disparó desde la ventana de su casa.
Una prima de Leider recibió un tiro rasante en el hombro y un vecino tres tiros en una pierna.
Unos trasladaron a los heridos y otros buscaban al taxista para lincharlo, pero cuando lo encontraron ya se había hecho presente una comisión de la PNB.
Estaba escondido en la tina de una lavadora, se había cambiado la camisa y lavado con cloro sus manos ensangrentadas.
La comunidad está indignada porque Leider era un muchacho humilde y sano. Estudiaba tercer año en el liceo Ávila y era el segundo de seis hermanos.
El taxista le había advertido que no quería verlo con su hija pero los muchachos tenían amores a escondidas.
Cuando se lo llevaron esposado a la sede de El Helicoide, para ser presentado en tribunales, los vecinos le quemaron el carro.
AA