Arthur Shawcross tenía predilección por asesinar prostitutas. El texto de su confesión era de 75 páginas, en las que se declaró inocente por demencia y aseguró que los asesinatos eran el producto de malas experiencias sexuales
Arthur Shawcross era un exveterano de la guerra de Vietnam. Nació el 6 de junio de 1945, sin embargo, no se sabe mucho de sus orígenes, pues tan solo se cuenta con las declaraciones que él mismo dio a la policía.
Declaró haber sido víctima de abusos sexuales durante su adolescencia por parte de su madre. También dijo que sufría de psicosis heredada por las atrocidades que había vivido en la guerra y que esta psicosis era la que le obligaba a cometer sus actos criminales.
Culpó a la sociedad diciendo que fue esta quien le enseñó a ser un criminal enviándolo a Vietnam y que aprendió a matar y a mutilar mujeres gracias a la guerra.
Como Jack el Destripador, atacaba a prostitutas a las que mataba sin remordimientos, haciendo reinar el terror en la ciudad de Rochester en Nueva York y sus alrededores. Shawcross estrangulaba a sus víctimas y dejaba sus cuerpos a orillas del río Genesse o escondidas entre los matorrales.
Un criminal de sangre fría
La búsqueda del asesino se dio cuando empezaron a aparecer varias mujeres muertas. La policía dudó en distintas oportunidades si se trataba de un único asesino o de dos, pues en diversas ocasiones las víctimas no correspondían con el perfil de las demás desafortunadas.
El tema se convirtió rápidamente en protagonista de los titulares de los diarios locales, pues la falta de indicios confundía las investigaciones, a la vez que seguía sembrando el terror en la población. La gran mayoría pensaba que se trataba de un asesino que buscaba venganza luego de contraer el virus del Sida a causa de una prostituta.
Otros más creían que se trataba de un policía que patrullaba las zonas de prostitución y cometía sus crímenes impunemente y otros simplemente consideraban que se trataba de un loco que mataba a mujeres que le recordaban a algún trauma con alguna mujer o su propia madre. No faltaron quienes alegaron que se trataba de un miembro de una secta del tipo protestante y que quería condenar a esas mujeres de la calle por su vida pecaminosa.
Ante la atrocidad de los hechos, incluso las prostitutas comenzaron a colaborar con la policía para tratar de atrapar al asesino, pero ninguna pista llevaba al culpable. Lo cierto es que la investigación se complicó demasiado para las autoridades locales, quienes decidieron recurrir al FBI.
El FBI estableció el perfil psicológico del asesino y enviaron a un agente especial llamado Gregg McCrary, quien ordenó investigar en profundidad los lugares en los cuales se habían hallado los cadáveres y los alrededores del río Genesse, intuyendo que el criminal podría volver allí para seguir con sus crímenes.
Finalmente, el 3 de enero de 1998, una patrulla que rondaba la zona en helicóptero, divisa a un hombre de unos 40 años parado en un puente del lago Salmón, en Rochester.
Bajo ese puente pudieron ver también el cadáver de una mujer. En seguida enviaron dos agentes motorizados para atrapar al hombre.
Le pidieron al sujeto su identificación y este les mostró su registro de conducir, que ya había caducado. El hombre alegó que no había tenido tiempo de renovarlo, pues acababa de salir de una larga condena en prisión. Al comprobar su identidad, descubrieron que era Arthur Shawcross y tras consultar con los agentes se enteran de que no mentía, que el hombre estaba en libertad provisional tras haber pasado 15 años en la cárcel por el asesinato de dos niños en Watertown, su ciudad natal.
Detuvieron inmediatamente al hombre, pues su pasado y el hecho de estar tan cerca del cuerpo de la mujer muerta no era coincidencia. En el interrogatorio, Shawcross trató de hacerse pasar por caníbal, de ser un demente y víctima de abusos sexuales muy graves en su infancia.
La actitud del asesino les resultó extraña a las autoridades. Pues se mostraba tranquilo, moderado, silencioso y no le interesaba saber por qué lo acusaban.
Explicó tranquilamente que su presencia en el puente se debía a que tenía ganas de orinar. Pensaron que lo que Shawcross estaba haciendo en realidad en el puente era revivir la excitación del crimen contemplando su “obra”… y tal vez incluso masturbándose.
Aparecieron nuevas pruebas en su contra: una prostituta declaró haberlo visto acompañado de una de sus amigas de profesión unas horas antes de que la policía encontrara su cadáver. Encontraron también objetos de la víctima en el interior del automóvil y huellas de los neumáticos en el lugar del crimen.
Su condena anterior por el asesinato de dos niños había sido de 25 años originalmente, pero consiguió su libertad 10 años antes por buena conducta. Esta vez, la comisión encargada de dictaminar la libertad condicional no volvería a cometer el mismo error.
A pesar de que el abogado defensor pretendía hacer creer que el acusado sufría desórdenes psiquiátricos y complejos ataques de naturaleza epiléptica, los cuales eran responsables de sus crisis de locura asesina y que el mismo Shawcross juró que estaba poseído por Ariemes (un demonio caníbal del siglo XVIII, sediento de sangre), al finalizar el juicio fue condenado a 250 años, culpable de homicidio en segundo grado por el asesinato de diez mujeres.
Un trauma perenne
En su defensa, Arthur Shawcross manifestó que padecía traumas heredados de la violencia que había vivido en la guerra de Vietnam. Si bien este homicida utilizó este argumento para justificarse, en muchas ocasiones se ha hablado del síndrome de Vietnam, que afecta a veteranos de esta guerra que no han podido superar las frustraciones de su readaptación a la vida civil.
HISTORIA DEL CRIMEN / Edda pujadas