Desde el primer día en que Audi tuvo de cerca la mirada de José Leonardo, el amor floreció absolutamente en ella para siempre. Para ella el mar estaba dentro de los ojos de José.
La chica con apenas 18 años de edad y él ya alcanzando los 23, debieron sortear una serie de situaciones difíciles cuando Angelo, el padre de la jovencita, se enteró de la relación sentimental de su muchacha con el hijo del sujeto que era el mayor azote de la comunidad.
José Leonardo no era un joven malo y como lo repetían sus vecinas hasta el cansancio: «El daño del papá no lo ha alcanzado»; sin embargo, para Angelo él no era lo que aspiraba que su hija tuviera en la vida como novio, y menos aún como esposo, tomando en cuenta la familia de la que provenía el muchacho.
Día con día José Leonardo se esforzaba por mantenerse en el buen camino, estudiaba duro, y su mamá y sus tías eran su gran pilar.
«Duque», como era apodado el papá de José Leonardo, era un sujeto sumamente peligroso, solía trasladarse en vehículos sumamente costosos, era prácticamente el dueño del lado oeste del barrio.
Sus hijos vivían muy bien, a ellos jamás les faltaba nada, sin embargo, el sujeto muy poco se acercaba a su familia y con frecuencia evitaba el contacto con sus hijos.
En el barrio quienes sabían que él era el padre de José Leonardo y de Viviana eran personas que tenían años residiendo en «Las Castañas», de resto nadie más los relacionaba con facilidad.
Audi y José Leonardo decidieron comenzar a verse a escondidas ante tantos reclamos del papá de la muchacha, quien ya había amenazado al novio en varias ocasiones, incluso un día en que José Leonardo regresaba de la universidad le dijo que lo iba a matar si volvía a verlo cerca de Audi.
Los muchachos habían planificado verse cada tarde en la casa de ella, en el patio trasero, porque el señor Angelo estaba siempre hasta tarde en la herrería para la que trabajaba.
La chica quería estar siempre con José y el muchacho estaba preocupado por la manera en que su suegro lo amenazaba siempre, por lo que le propuso a Audi el único camino que encontró para estar tranquilos: irse juntos para Guárico a vivir en casa de unos tíos que ya le habían dicho que podía mudarse para allá.
José Leonardo sólo esperaba poder terminar el semestre que le faltaba en su carrera para poder graduarse y llevarse a Audi a vivir con él; y alejarse de los problemas de su suegro y la vida criminal de su papá.
Viernes de mayo
El cielo de la tarde de aquel viernes de mayo estaba algo gris, el aire estaba enrarecido, se suponía que sería el último día en que Audi y José Leonardo se verían a escondidas en la casa de Angelo, porque la madrugada del día siguiente se irían juntos.
Ya todo estaba listo, José Leonardo había logrado que su papá le enviara dinero supuestamente para invertir en unas cosas de su graduación; y Audi tenía algo de dinero reunido, no era demasiado, pero almenos podrían llegar a Guárico y comprar alimentos para colaborar en la casa de los tíos de su futuro esposo, mientras se organizaban y conseguían trabajo.
La pareja estaba emocionada y los besos y abrazos se prolongaron. La puerta pesada que conducía al patio de la casa de Angelo se abrió y en cuestión de sujetos el sujeto malencarado ingresó.
Los gritos no se hicieron esperar, Angelo tenía tomado por el cuello al hijo de «Duque» y lo sarandeaba de un lado al otro, le advertía que estaba harto de él, y entre tanto el llanto de Audi no cesaba, todos los vecinos de las casas cercanas se iban enterando.
Angelo sacó a José Leonardo a la calle, y cuando lo empujó el muchacho cayó al piso y su cuello fue a dar contra la acera. Angelo nunca imaginó que su anuncio de convertirse en el homicida de José Leonardo se convertiría en realidad, eran sólo palabras dichas al viento que ahora se convertían en realidad.
El círculo de curiosos no se hizo esperar y el papá de Audi estrujaba su cabello copiosamente, no sabía qué hacer, la gritaba una y otra vez, la culpaba de lo ocurrido sin cesar, hasta que las detonaciones se escucharon y Audi caía lentamente al suelo. Un balazo en la cabeza había acabado con la vida de la muchacha.
Dos hombres habían bajado de una camioneta lujosa, el cadáver de José Leonardo fue levantado, y el sujeto muy grueso, de tez morena y con lentes oscuros que llevaba un tatuaje en su brazo derecho, en el que se podía leer Duque, sólo emitió -dirigiéndose a Angelo con odio- la pesada frase: ¡Vive con eso perro!. Los neumáticos del carro chillaron en el pavimento y Angelo enloquecía absolutamente, llorando como un niño frente al cadáver de su muchacha.
Por: Janeth Solórzano