En la situación actual sería más útil abrirse a un diálogo de más largo alcance, en función de crear las bases de la convivencia en medio de una correlación de fuerzas pareja
Todo diálogo o proceso de negociación obedece a la existencia de posiciones encontradas, divergencia de criterios y de intereses. Si hubiese pleno acuerdo sobre los problemas y las soluciones, no sería necesario el diálogo.
De tal manera que se estima que en una mesa diálogo no pueden haber decisiones previamente establecidas y que deben estudiarse todas las opciones. A cada uno de los sectores en pugna le corresponde expresar sus posiciones y propuestas.
En este marco, resultan absurdas declaraciones como esta: “debe iniciarse un diálogo y debe mantenerse hasta que se logre la realización del referendo revocatorio este año”.
También resultaría incomprensible que se afirme que “debe realizarse un diálogo hasta que se concluya que no puede celebrarse el referendo revocatorio este año”. En ambos casos, se trata de posiciones previas y cerradas que anulan la función misma del diálogo.
Del mismo modo, en la situación actual sería más útil abrirse a un diálogo de más largo alcance, en función de crear las bases de la convivencia en medio de una correlación de fuerzas pareja, que remitirse solo a aspectos específicos que difícilmente puede encontrar respuesta fuera de un marco global de entendimientos que regule la alternancia en el poder ejecutivo, defina mecanismos de cohabitación y brinde garantías a los diferentes actores.
Asuntos como el revocatorio, la amnistía, la impunidad, el golpe o la violencia son parte de un conflicto más amplio por el poder que no se puede ignorar ni eludir.
Como se sabe, la situación del país está caracterizada por un hecho de base: ninguna de las fuerzas políticas y sociales en pugna detenta la hegemonía. No hay una supremacía en la correlación de fuerzas.
Tampoco se avizora que esta situación se salde a corto o mediano plazo gane quien gane los próximos procesos electorales, por lo que es indispensable la creación de un mecanismo que permita el funcionamiento de la sociedad, su economía e instituciones aÚn cuando no se haya definido el asunto de la hegemonía.
Para construir ese mecanismo de cohabitación deben dialogar los sectores en pugna. De un lado el Gobierno, los partidos del GPP que lo respaldan, movimientos sociales e instituciones.
Del otro lado, los partidos de la MUD, la representación empresarial, la Conferencia Episcopal Venezolana y las ONG de oposición.
También habría que pensar en una mesa de negociación Venezuela-Estados Unidos. Por su parte, el Estado del Vaticano, que ha mantenido una posición imparcial, pudiera actuar como facilitador de los encuentros.
“Asuntos como el revocatorio, la amnistía, la impunidad, el golpe o la violencia son parte de un conflicto más amplio por el poder que no se puede ignorar ni eludir…”
Leopoldo Puchi