Para luchar y vencer hay que defender una idea justa, por eso triunfamos de manera democrática en 1998, bajo el liderazgo de nuestro comandante Chávez
En la década de los 90, cuando el hambre y la pobreza era ley natural en Venezuela, según decían los neoliberales; cuando el “disparen primero y averigüen después” era norma obligatoria contra las manifestaciones; cuando los derechos a la educación y a la salud eran privilegios de unos pocos; cuando el salario había sido sustituido por los bonos sin incidencia; cuando el derecho al trabajo fue canjeado por el destajo; cuando se nos quería avergonzar de lo que somos como pueblo, nuestra generación respondió luchando con un profundo amor por nuestra patria, jamás se nos ocurrió pedir que la intervinieran y jamás se nos ocurrió banalizar su existencia misma.
A mi generación, gracias a Dios, nos tocó luchar con nuestra propia fuerza; con nuestra propia historia; con nuestra propia idea y con nuestra propia vida. Con pasión empujamos y empujamos el sol para que madrugara más temprano y lo logramos. Para luchar y vencer hay que defender una idea justa, por eso triunfamos de manera democrática en 1998, bajo el liderazgo de nuestro comandante Chávez.
Triunfamos para lograr que los trabajadores y trabajadoras recuperáramos el derecho a la estabilidad y al salario; para que los indios y los campesinos recuperaran sus tierras expropiadas por el latifundio; para que los barrios se organizaran política, social y económicamente, con el fin de emprender la construcción de una vida digna; para garantizar que la juventud tuviera educación gratuita y reconocimiento político; para empujar un modelo de producción propio que nunca había existido en nuestro país; para lograr que nos reconociéramos en nuestra diversidad cultural y no nos avergonzáramos de lo que somos como pueblo. En fin, triunfamos para que la patria, que somos el pueblo, existiera.
Todo eso lo hicimos aunque que cometimos errores, claro que sí, pero los logros son más y son ciertos. Como me dijo la compatriota Beatriz, en Guarenas, “en mis 80 años de vida, solo vi a mi barrio feliz en estos años de la revolución bolivariana”. Eso es lo que nos toca recuperar hoy y defender para el futuro.
Atravesamos circunstancias difíciles, como no los advirtió el comandante Chávez el 8 de diciembre de 2012. Estas circunstancias han engolosinado a los poderes del mundo y sus lacayos internos para ponerle la mano a la patria de Bolívar. Obama exige cambio de gobierno en Venezuela, el jefe del Comando Sur pronostica caos, Aznar predice la violencia y Uribe Vélez amenaza con enviar fuerzas militares para apoyar a la oposición venezolana, mientras se fotografía sonriente con las esposas de los responsables de la violencia terrorista en nuestro suelo.
El inefable Almagro blande la carta democrática, a solicitud de los pitiyanquis, y los dirigentes de la contrarrevolución venezolana, lacayos todos hasta que alguien demuestre lo contrario, se babean y se descuartizan por quién recibe más dólares para destruir a Venezuela y por ser el elegido para sentarse en Miraflores, apuntalado por fuerzas extranjeras. La historia no los absolverá.
¿Qué nos toca a nosotros los que sentimos el palpitar en la sangre que nos revivió el comandante Chávez, de esa carga histórica que significa ser los hijos y las hijas de los libertadores y libertadoras de este continente? Nos toca impregnarnos del más profundo amor por esta tierra, por el pueblo que somos, por esta historia que nos pertenece que se llama Venezuela. Nosotras y nosotros sí tenemos patria a la cual honrar y defender.
Conciencia, organización, movilización, preparación, un sublime aliento y seguir amando con locura a Venezuela nos permitirá despejar el horizonte en disputa y la luz de la victoria nos volverá a alumbrar el camino a la prosperidad. Dios mediante, pueblo mediante, así será.
Elías Jaua Milano