Nuestra diversidad cultural es patrimonio común de la humanidad. Es una fuente de renovación de las ideas y las sociedades que nos permite abrirnos a los demás y concebir nuevas formas de pensar.
Esta diversidad es una oportunidad para la paz y el desarrollo sostenible. Así por lo menos lo entiende la Unesco y por ese motivo ha declarado el 21 de mayo como “día mundial de la diversidad cultural para el diálogo y el desarrollo”. A contra corriente, esta institución recalca el papel de la cultura en el diseño de sociedades más integradoras.
“Necesitamos este espíritu amplio, esta mentalidad abierta, para hacer frente al extremismo que destruye nuestra memoria común y persigue a los individuos con base en sus creencias y tradiciones”, señaló Irina Bokova, su actual directora.
Conocer nuestras diferencias, respetarlas en la medida en que son el fundamento de nuestra propia identidad, es darnos la oportunidad de adoptar el pluralismo cultural como proyecto político, elevando el respeto a la dignidad de todos y el diálogo con el otro a la categoría de principios.
María Gabriela Mata