Quienes gobiernan tienen que asumir que nos han llevado a un estadio de precariedad tal, que países que sienten fuertes nexos afectivos con nosotros se plantean muy seriamente la donación de medicamentos y comida
Para nadie es un secreto que las dimensiones de la crisis venezolana son tales, que ya inquietan a numerosas naciones del mundo. Si a esto se agrega que la satanizada globalización es un hecho desde hace rato, el resultado es que fuera de nuestro país tienen mucha mejor información sobre nosotros de lo que podemos imaginar.
Y la manifestación de inquietud por parte de voceros de otras naciones no tiene que ver tanto con las infundadas acusaciones de intervencionismo como con una legítima inquietud por nuestro destino.
Adicionalmente, la comunidad internacional ha tomado mucha más conciencia del símil del “aleteo de la mariposa”. Cualquier acontecimiento en cualquier lugar, tiene repercusiones en las latitudes menos imaginadas. Por ello, a nadie le interesa que nación alguna entre en crisis. Y Venezuela no es la excepción.
Los venezolanos hemos recibido en los últimos días las visitas de dos personalidades de la política española: José Luis Rodríguez Zapatero y Albert Rivera. Ambos han puesto a prueba la tolerancia de una administración particularmente sensible a la crítica.
Primero fue recibido el expresidente del gobierno español. Zapatero, en reunión con diputados de la Asamblea Nacional y otras personalidades políticas, dijo en rueda de prensa que “es un camino largo, arduo, difícil, pero el diálogo nacional es lo que necesita Venezuela”.
También dijo que “nuestro objetivo es muy claro, es poner en marcha, intentar un proceso de diálogo nacional, y debo decir que tanto el presidente Maduro como los representantes de la oposición Mesa de la Unidad Democrática han expresado su voluntad de diálogo”.
Y agregó: “No vamos a descansar hasta que arranque el proceso de diálogo, respeto, compromiso social con los sectores que padecen más rudamente la crisis económica”.
Pese a la dura crítica recibida desde sectores oficialistas, las afirmaciones de Zapatero estuvieron muy lejos de ser altisonantes. Fueron más bien ecuánimes, centradas y prudentes, ante la complejidad del escenario que enfrentamos. Incluso no faltó quien, desde los sectores opuestos al gobierno, asegurara que ha debido ir más allá.
Lamentablemente, palabras como crisis o separación de poderes eran ineludibles en su discurso. Quienes se sientan ofendidos harían bien en revisar cuánto de cierto hay en ellas en lugar de cargar contra el visitante.
Más frontal fue Rivera. El joven líder político de Ciudadanos, que ha acaparado la atención en su país y en el mundo, respondió por la calle del medio a las acusaciones de intervencionismo español en los asuntos internos de nuestro país:
“El enemigo del pueblo venezolano no es el pueblo español, el enemigo de Venezuela es el hambre, la falta de medicamentos, la inseguridad en las calles, que nadie se confunda de enemigo, los españoles somos amigos de los venezolanos”.
Y fue más allá en su análisis de lo que hoy afrontamos por esta latitudes: “El modelo político y económico actual de Venezuela está en contra de los signos de los tiempos, los tiempos piden libertad, los tiempos piden competencia, los tiempos piden bienestar social y los tiempos piden igualdad de condiciones, igualdad de oportunidades, y por tanto estoy convencido de que la apertura también del modelo económico y social conllevarán en Venezuela en un futuro en la posibilidad de que la gente pueda generar riqueza y redistribuirla”.
Rivera se expresó de esta manera en una reunión con la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, en la cual reiteró su visión de que la salida al juego trancado que padecemos los venezolanos es el Referendo Revocatorio. Y valga acotar que su entrada a nuestro país no fue impedida, como se había amenazado, creando de esta manera gran expectativa con su llegada.
Quienes hoy nos gobiernan, tienen que asumir que nos han llevado a un estadio de precariedad tal, que países que sienten fuertes nexos afectivos con nosotros se plantean muy seriamente la donación de medicamentos y comida. Tal es el caso de España, de donde llegaron en tiempos pasados numerosos migrantes para construir patria en esta tierra y que han echado raíces por generaciones enteras de este lado del océano.
A veces, nos hace bien ser vistos con ojos que nos observan desde afuera. Quizá estamos demasiado imbuidos en nuestra propia crisis y el feedback desde el exterior es entonces bienvenido.
Y resulta que estos dos visitantes coinciden con la visión interna de muchos venezolanos: sí hay crisis, es grave, no se puede menospreciar. La solución pasa por las instituciones y por el revocatorio. Con cabeza menos caliente que la nuestra, nos encontramos en las mismas respuestas y soluciones. Mucho bien haría a nuestra situación el escucharlos en lugar de descalificarlos.
David Uzcátegui