A medida que transcurren los días y semanas, el gobierno presidido por Nicolás Maduro se afirma en su disposición de enfrentar la compleja situación económica, política y social que atraviesa el país
“ Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo, y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!”
Pablo Neruda, el excelso poeta chileno y del mundo, escribió en sus años mozos una de sus obras más célebres y conocida: “20 poemas de amor y una canción desesperada”, que se constituyó en un canto sublime al amor, ese noble sentimiento humano que en cada época tiene una forma concreta de expresarse.
Aquí, en la Venezuela actual, hay muchos no-poetas que le rinden también su pleitesía al amor, pero no al amor a la mujer, esa criatura merecedora de todos los reconocimientos y admiración. No, sino al amor nostálgico por el poder que ya poseyeron, en tiempos idos, y que ahora los hace naufragar en la más agónica desesperación.
Desesperación no exclusiva
Es el caso del guasón presidente de la Asamblea Nacional y sempiterno secretario general nacional del insepulto partido Acción Democrática, Henry Ramos Allup, al que cada vez le cuesta más ocultar su desesperación por reconquistar el poder político del país y satisfacer, de esta manera, tanto su ambición personal como la de los grupos políticos que lo acompañan en el afán de posarse sobre Miraflores, símbolo del poder en nuestro país.
Esta desesperación del yerno del señor D’Agostino no es nueva ni exclusiva, es la misma que ha evidenciado la clase social por él representada desde el instante en que Chávez la desplazó del poder político, hace ya más de 17 años, que, por lo demás, han dejado traslucir, Dios mediante, (golpe de Estado, paramilitarismo, guarimbas, etc.) en diversas oportunidades.
Pero está claro que la desesperación ha aumentado de nivel a partir de su asunción a la presidencia del Parlamento Nacional, el 5 de enero pasado, cuando la burguesía estéril envalentonada, esa de la que nos hablaba Orlando Araujo, consideró que había llegado el anhelado momento de darle finiquito al período chavista en la dirección del Estado venezolano.
Tan es así, que en esa oportunidad, con su mayoría circunstancial vitoreándolo a manos sueltas, pregonó que le daba 6 meses a Maduro para dejar la primera magistratura nacional (plazo que luego, más temerariamente, rebajó a 3), de los cuales ya han transcurrido 5 sin que se avizore posibilidad de que tal aspiración llegue a materializarse.
Ni su propia militancia
Todo lo contrario, a medida que transcurren los días y semanas, el gobierno presidido por Nicolás Maduro se afirma en su disposición de enfrentar la compleja situación económica, política y social que atraviesa el país, dándole la cara a los problemas, estimulando la actividad económica productiva y la productividad, desarrollando una desplegada actividad tendente a satisfacer la demanda de productos y servicios básicos de la población, asumiendo con decisión y coraje el combate al crimen organizado, atendiendo, día a día las exigencias y complejidad del frente exterior, fortaleciendo la emblemática y estratégica unión cívico-militar y manteniendo con los movimientos sociales una permanente movilización popular en todo el territorio nacional. Y, además, con la expectativa de una tendencia favorable al aumento de los precios petroleros.
Por eso la desesperación creciente de Ramos y el combo opositor, al observar que, a pesar de la guerra económica, las atosigantes colas, la complicidad empresarial, la criminalidad inducida, la confabulación de la derecha internacional, la guerra mediática local e intercontinental, la manifiesta presión imperialista, etc., no logran entusiasmar y movilizar ni siquiera a su propia militancia ni al electorado que les brindó el apoyo parlamentario.
Opción de los malnacidos
Al no lograr movilizar en términos masivos a la población opositora, aún cuando ya han realizado varios intentos, esta oposición apátrida no puede avanzar más allá de los infructuosos amagos en la instrumentación del plan subversivo que les ha diseñado el Pentágono, a través del Comando Sur. Plan conocido y ya ejecutado en otros países, como en el caso ucraniano, en el cual la movilización de un sector significativo de la población juega un rol crucial para poder desencadenar una intervención extranjera con todas sus nefastas consecuencias, pero que en Venezuela les ha fallado y no como un hecho fortuito, sino por la sólida convicción y madurez de nuestro pueblo, que asume y entiende, independientemente de la posición política que se ostente, que los problemas han de resolverse al interior del país y entre los venezolanos y que darle cabida a los propósitos imperialistas y de sus lacayos es abrirle las puertas, irremediablemente, a la guerra fratricida, opción a la que solo unos malnacidos pueden anhelar.
Y al parecer este es el caso del señor Ramos Allup, y de la comparsa que lo acompaña, que en su desesperación, al apreciar que sus aspiraciones no terminan de cuajar, ya está solicitando la intervención extranjera, del tipo que sea, como salida a su pretendida aspiración de escalar a la dirección política del país.
Ciertamente no hay comparación entre la canción desesperada del Neruda de 19 años por no poder materializar su amor con su amada joven y el canto desgraciado de Ramos Allup, con su aflautada voz, clamando por la intervención extranjera ante la desesperación que le causa el naufragio de no poder concretar su anhelado retorno al poder de Miraflores.
Rectificación necesaria
En artículo anterior, “Capriles y el factor militar”, incurrí en el involuntario error de atribuirle a la profesora Colette Capriles la intervención, en la concentración opositora el 11 de abril de 2002, en Chuao, en la que se señaló que en la Embajada de la República de Cub estaban siendo introducidas unas maletas llenas de armas. No, la autora de tal desatino no fue la profesora Colette Capriles sino la también psicóloga social Ruth Capriles. Errare humanum est.
“Al no lograr movilizar en términos masivos a la población opositora, aún cuando ya han realizado varios intentos, esta oposición apátrida no puede avanzar más allá de los infructuosos amagos en la instrumentación del plan subversivo…”