LeBron James comandó el ataque y los Cleveland Cavaliers devolvieron la paliza, 120-90, demostrando que sí es candidato al título
“Aquí estamos: demostrando que hay razones para aspirar lo máximo”.
Por allí transita el mensaje de los Cavaliers luego de ganar de manera contundente el tercer partido de la final de la NBA. Una paliza de principio a fin, cuyo marcador 120-90 devuelve la recibida en Golden State y, sobre todo, cambia la perspectiva de la serie pues pone de relieve la verdadera fuerza del equipo de Cleveland y da al traste con ligerezas que sugerían un 4-0.
Una atestada Arena “Q” de Cleveland (20.562) fue el marco ideal para el regreso de sus favoritos. Y el mecanismo pasó, fundamentalmente, por una defensa que no solo anuló la fuerza anotadora de los “splash brothers”, sino dominó con amplitud en todos los órdenes de la cancha, especialmente en los tableros con 52 rebotes (por 32), 17 de ellos ofensivos. A tal punto que aun en los momentos cuando sus errores abrieron campo a la reacción adversaria, su victoria nunca se vio en peligro y el cuarto lapso fue simple trámite, sus 5 minutos finales de entrenamiento para los reservas.
El 33-16 del primer cuarto fue elocuente. Y aunque la visita rebajó la diferencia a 8 antes de ir al descanso (51-43), era palpable la superioridad de un equipo más agresivo, que no daba respiro con su defensa, lograba posesiones adicionales y, en la medida en que la marcación de enfrente se mostraba también vulnerable, ganaba confianza al punto de terminar con porcentaje de 52% de cancha y 48 a larga distancia, contrastante con el 42-27 del campeón.
LeBron James (32 puntos, 11 rebotes y 6 asistencias) volvió a ser “el dueño del balón” y hasta regaló un par de “clavadas” espectaculares ante una defensa inerme, hechos que también reflejaban la realidad del partido. Kyrie Irving se unió a la fiesta con 30 y 8 asistencias e igualmente J. R. Smith (20, incluyendo 5 triples símbolo del desequilibrio), Tristan Thompson fue dueño de los tableros (13 rebotes, 14 tantos) y Richard Jefferson -tomó el puesto del lesionado Kevin Love-, anotó 9.
Esta vez no solamente Curry (19 puntos, 6 de 13 de cancha, 9-3 en triples) y Thompson (13-4 y 7-1) estuvieron maniatados cuando contaba: el equilibrio defensivo de Cleveland fue perfecto y también Green naufragó (6 puntos, 7 rebotes, 7 asistencias), destacando –dentro de la mediocridad “inducida” por la marcación- la ofensiva de Barnes (18) e Iguodola (11).
Lo extraño de la final es la disparidad de perder y ganar por 30 –“así es esto” manifestó el DT Steve Kerr-, en una serie que comenzó a tomar el mismo cariz de la semifinal dominada por Warriors ante Oklahoma después de estar en la cuerda floja 2-3. ¿Será la misma historia? Quizás no, pues los Cavs parecen tener mejores argumentos.
Sobre eso dirá mucho el cuarto juego, esta noche en Cleveland.
Curry insatisfecho
Tanto Stephen Curry (19 puntos) como Klay Thompson (10 puntos) están sufriendo más de lo que acostumbran en estas Finales ante Cleveland Cavaliers (2-1). El gran trabajo defensivo y la presión que están ejerciendo sobre ellos minan sus opciones.
En los dos partidos anteriores los ‘Hermanos Splash’ también estuvieron limitados, sin embargo, en esta ocasión no hubo banca salvadora, ni un Shaun Livingston caído del cielo. La agresividad con la que salieron los Cavs en el primer cuarto (parcial de 9-0 antes del primer tiempo muerto y 20 puntos de diferencia), fue suficiente para marcar la tónica del partido: incapacidad de los dos buques insignia de Golden State Warriors y poderío extremo de LeBron James (32 puntos, 11 rebotes y seis asistencias) Kyrie Irving (30 puntos, ocho asistencias y cuatro rebotes).
«Desafortunadamente fui yo. Ellos estaban jugando agresivos en defensa y comenzaron el partido con un gran empuje. No hice nada para evitarlo ni jugué a mi manera. Necesito ayudar a mi equipo, necesito jugar cien veces mejor, especialmente en el primer cuarto. He de controlar el partido y no lo hice», afirmó Curry.
Armando Naranjo
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AFP / Andrew D. Bernstein