La politización en la distribución de alimentos, a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución (CLAP), agrava la molestia y protesta generalizada de la población y está conduciendo al país a una situación muy peligrosa, dijo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia y del Laboratorio de Ciencias Sociales
Briceño León destacó que los Comité Locales de Abastecimiento y Producción constituyen un mecanismo de exclusión social y de segregación.
“Los CLAP son una manera de generar lealtad política mediante la distribución de la comida que deja fuera a los no afectos al Gobierno que hoy son la inmensa mayoría. Son una forma privada de distribución, porque los comités no son parte del Estado, pero sí tienen filiación política. Vamos hacia una protesta y molestia generalizada en el país con saqueos, estallidos y enfrentamientos cada vez mayores, ante los cuales la única alternativa que le queda al gobierno es la represión”, dijo.
El director del OVV señaló que la atribución a los CLAP, a través del decreto de excepción, de funciones de cooperación con las Fuerzas Armadas y policiales en las labores de seguridad interna y externa, abre la puerta para la actuación de colectivos, grupos y civiles armados, lo que agravaría aún más la situación de violencia en el país.
Para Briceño León existe una combinación de hambre en la familia venezolana, consecuencia de la escasez de alimentos y la imposibilidad de comprarlos, y la sensación de injusticia en la forma como se distribuyen los productos, acentuada a raíz de la aparición de los CLAP.
“Estamos en una situación de hambre y de penuria; nunca en mis 47 años trabajando como sociólogo en zonas pobres de Caracas y en zonas campesinas, había visto algo similar”, puntualizó.
Destacó la manera cómo ha cambiado la forma de saqueo en las últimas semanas. “Se ha pasado de un saqueo espontáneo, cuando un camión se accidentaba y la gente tomaba los productos, a un saqueo ya organizado, aunque sin una gran planificación ni conspiración, que ocurre cuando la gente obliga a los camiones a parar para saquear la carga”.
Esto sin contar con que los saqueos generalizados son caldo de cultivo para que la delincuencia común se aproveche de la desesperación de la gente, arremetiendo contra establecimientos que no venden alimentos ni medicinas o productos de primera necesidad.
De acuerdo con el sociólogo, las maniobras y medidas políticas siguen andando, “pero los tiempos del hambre son distintos, no esperan, y se puede generar una situación muy peligrosa en el país que no sabemos adónde nos va a conducir y no sabemos tampoco la respuesta que van a dar los grupos de poder”. EN
YM