Eduardo Pacheco escribía los nombres de los muertos en un club nocturno de Orlando en un papel color verde brillante extendido sobre el capó de un auto, al preparar una vigilia para las víctimas. Las lágrimas le obligaron a interrumpir su trabajo.
Cinco de los nombres en la lista eran de amigos suyos, todos de Ponce, Puerto Rico. La isla se prepara para la noticia de una ola de muertes a raíz del ataque del domingo por la madrugada al club gay Pulse, que realizaba una velada latina. Los dolientes, de todas las edades, aferraban carteles y velas en la vigilia del lunes por la noche en esta ciudad costeña del sur todavía anonadada por la noticia.
«Fue una pérdida tremenda. Era un gran ser humano. Los cinco lo eran», dijo Pacheco acerca de su mejor amigo, uno de los muertos, y las otras cuatro víctimas.