Con una prosa clara y unos escritos que demuestran argumentación, seguimiento minucioso y precisión, Almagro ha sido tajante en cuanto a pedir reglas de juego claras y respeto institucional en Venezuela
Normalmente, al hablar de la Organización de Estados Americanos (OEA), surge un sentimiento de desánimo ante la flagrante descomposición que tuvo dicho organismo en los últimos años. De ser una institución que nació para modernizar la integración continental, tal como se lo propusieron sus creadores en la Bogotá de 1948, se ha convertido en una instancia poco clara y en algo que no pasa de ser un club de presidentes que se protegen cuidando de no atacarse.
Si bien con César Gaviria la OEA quedó en entredicho al no poder atender eficazmente coyunturas como la crisis en Venezuela, la instancia quedó desarticulada durante la gestión del chileno José Miguel Insulza, período en el que se tomaron polémicas decisiones como la de suspender a Honduras, se invitó (con aplausos de pie incluidos) a Cuba para que se reincorporara al ente y no logró presionar para que se detuviera la caída del sistema democrático que ocurría en Venezuela, Argentina, Nicaragua y Bolivia.
Con una instancia disminuida asumió la Secretaría General Luis Almagro, abogado y ex ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay durante el gobierno de José Pepe Mujica. La opinión generalizada era que la procedencia ideológica de Almagro y el apoyo irrestricto del gobierno venezolano impedían generar expectativas favorables sobre un cambio en la conducción del ente. Sin embargo, Almagro resultó una sorpresa al formular objetivos claros, erigirse como un defensor de la democracia y renovar la estructura de la OEA.
Con una prosa clara y unos escritos que demuestran argumentación, seguimiento minucioso y precisión, Almagro ha sido tajante en cuanto a pedir reglas de juego claras y respeto institucional en Venezuela, pese a haber recibido destemplados insultos y descalificaciones, solicitudes para su destitución y el abandono de Pepe Mujica. De todas maneras, tal vez en un afán por darle celeridad al organismo, ha incurrido en criticables juicios en torno a las decisiones brasileñas en el caso de la suspendida Dilma Rousseff.
Almagro es el prototipo de líder de una organización multilateral que se busca exhaustivamente desde hace años. Al actuar con determinación y mantener sus principios puede darle realce a una institución que venía en declive. La actuación de Almagro hace que quienes le temen a la democracia y a los alcances de la libertad, añoren modelos como el de Insulza, pues anhelan instituciones complacientes en las que no se haga nada.
Luis Daniel Álvarez V.
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales. FACES. UCV.