Estos tres años de deformación del legado del comandante han dado como resultado una masa cada vez más fragmentada, escéptica, desencantada, apolitizada
En los últimos días, dentro del chavismo, se discute la renuncia del Presidente. El punto es central de la política en este momento, y es necesario estudiarlo con rigor, con seriedad. Veamos.
En el campo chavista aparecen tres posiciones frente a la renuncia:
Una está de acuerdo y la pide de soslayo, habla de conversaciones, escribe sobre las bondades de la renuncia para salvar al chavismo.
Esta posición es propia del desespero de los excluidos que ven la debilidad del gobierno y no consiguen explicarla y lejos de buscar el remedio, piden la renuncia o ejercen acciones tremendistas que dañan a la revolución.
Pero también pertenece al oportunismo ‘pequeñoburgués’, que ante la debilidad busca sacar provecho, beneficiarse de la impopularidad del Gobierno y del sentimiento chavista que aún persiste.
La otra posición frente a la renuncia del Presidente la tienen sectores del Gobierno que siguen justificando todo y tienen un discurso desgastado, desmentido por la realidad y un disfraz de socialismo que deja al descubierto el bojote del capitalismo.
Pueden hablar frente a una manifestación de antimperialismo y anticapitalismo, deleitarse con los gritos de apoyo de la masa engañada, cuando tras la pared palatina lo espera el enviado de Obama, el mismo que los regaña y desprecia a cada momento. Van cambiando las consignas como se cambian de camisa.
Estos aduladores, estas complacencias, no ayudan al gobierno, menos al socialismo. Cada día se apartan más de la masa que cada vez les cree menos.
Esta posición pertenece a los burgueses y colonizados por los burgueses que secuestraron al Gobierno, no les importa el socialismo y ni siquiera se preocupan por el destino de ese Gobierno; les interesa, como a los piojos o las garrapatas, ir chupando al día, no importa si la vaca va al matadero.
La tercera posición es la de los revolucionarios, de los socialistas auténticos; muy reducida, muy golpeada en estos tres años de aplanadora ideológica, de adaptar el legado de Chávez a los intereses del capitalismo.
Tres años de silencio de los que debían levantar las banderas teóricas del socialismo, de confundir el apoyo incondicional al gobierno con el apoyo al legado de Chávez y al socialismo.
Estos tres años de deformación del legado del comandante han dado como resultado una masa cada vez más fragmentada, escéptica, desencantada, apolitizada.
Es en estas circunstancias que los revolucionarios deben plantear la consigna para este momento, su posición política. Veamos.
El gobierno tiene dos características, su accionar y su historia. Por su acción es un gobierno socialdemócrata; por su historia es heredero del imaginario chavista, del intento más importante que ha habido en Venezuela de hacer una revolución socialista, de haber encendido la esperanza mundial de que un nuevo mundo es posible.
Estas dos facetas del gobierno impelen la posición de los revolucionarios. Frente a la acción del Gobierno se debe plantear la rectificación profunda de la política, advirtiendo que de no hacerlo, el Gobierno es inviable, lo dice la realidad, solo los enclaustrados en una burbuja de adulancia no perciben el peligro.
El Gobierno puede rectificar, siempre puede, la condición de ser herederos de Chávez se lo permite. De no hacerlo, que jamás ese fracaso sea unido al nombre de Chávez; al contrario, fue obra del capitalismo que los capturó.
Toby Valderrama
y Antonio Aponte
aporrea.org