La población, incluyendo a los opositores sensatos, que son mayoría en su sector, ha sabido esquivar las convocatorias dirigidas desde la ultraderecha
Este cinco de julio se cumplió el plazo de seis meses que Henry Ramos Allup estimó suficiente para derrocar al presidente constitucional Nicolás Maduro. En cadena nacional orquestada por los medios audiovisuales privados que siguen apostando a la destrucción de la democracia, e inflado de optimismo golpista, dijo al inicio del período de sesiones de la Asamblea Nacional: «…ofrecimos que en un lapso de seis meses ofreceríamos un método para cambiar el gobierno…»
Vencido el lapso, el panorama es claro en cuanto a triunfadores y derrotados, siendo este último el cartel que mejor define a ese ser que día a día hace de la política un asqueroso charco de podredumbres en el que su aliento contamina a cualquier chiquero.
Del otro lado, el pueblo: reencarnando de las épicas batallas que junto a Bolívar y Zamora le sirvieron para escribir extensas páginas de oro con las que selló su independencia, truncada por la aparición de los Ramos Allup de entonces -que sin rubor alguno- optaron, como el de hoy, por complacer con sexo oral al imperio.
Especulación y acaparamiento de alimentos y otros rubros, hiperinflación, paramilitarismo, asesinatos selectivos, asedio internacional, guerra mediática, guerra sicológica y conspiración permanente, han sido activadas con indudables muestras de exasperación e iracundia colectiva que no han bastado para -y he allí la fortaleza de nuestra gente, despertar sentimientos desestabilizadores y antipatrióticos.
La población, incluyendo a los opositores sensatos, que son mayoría en su sector, ha sabido esquivar las convocatorias dirigidas desde la ultraderecha, dando una lección de dignidad a un planeta que observa con incredulidad y admiración nuestra entereza como nación.
Nicolás Maduro sigue y seguirá en Miraflores, como reza la Constitución. La cuenta regresiva, por el contrario, está contra los dirigentes de la antivenezolanidad, a quienes los 180 días apenas les sirvieron para terminar de sucumbir en las pailas del estiércol.
¡Chávez vive…la lucha sigue!
Ildegar Gil
aporrea.org