El testimonio de una prostituta que logró escapar de fue la clave para detener al homicida que mantenía azotadas las calles de Washington
Los primeros indicios de que un asesino estaba operando en la parte oriental de la ciudad de Washington aparecieron el jueves 22 de febrero de 1990, cuando la División de Homicidios del Departamento de Policía de Spokane recibió una llamada donde se les informaba de la existencia de un cuerpo desnudo de una joven mujer negra que yacía en un embarcadero del Río de Spokane.
Los investigadores, al ver el cadáver, dedujeron que la joven había recibido varios impactos de bala provenientes de una pistola de pequeño calibre. Ante la falta de pruebas y después de una búsqueda exhaustiva, concluyeron que el asesino había limpiado la escena del crimen o que había trasladado el cuerpo desde el lugar donde realmente había sido asesinada.
La víctima fue identificada como Yolanda Sapp, una joven de 26 años con un importante historial de detenciones por prostitución y consumo de drogas. Apenas un mes más tarde, la policía encontró un cuerpo en la parte sur oriental de Riverton y esta vez la víctima era una mujer de raza blanca y mostraba claros signos de haber sido asesinada a balazos. Se la identificó como Nickie I. Lowe, de 34 años de edad, e, igual que la primera víctima, tenía antecedentes de prostitución y tenencia de estupefacientes.
Menos de dos meses después, otro cuerpo fue encontrado en las orillas del río Spokane. Se trataba de Katheleen Brisbois, de 38 años, y, como las otras, era prostituta, consumía drogas y su cuerpo yacía desnudo y con heridas de bala, aunque parecía que había recibido varios golpes con un objeto contundente.
Dos años más tarde
Dos años transcurrieron sin nada que añadir al caso, hasta que la noticia de que había sido encontrada una cuarta víctima llegó a la policía. El 13 de mayo de 1992 fue hallado el cuerpo desnudo de Anne Sherry Palmer, de 19 años, quien se prostituía, pero no tomaba ningún tipo de estupefacientes
Pasaron más de tres años antes de la siguiente víctima del asesino en serie de Spokane. Fue el viernes 25 de agosto de 1995, cuando el cuerpo desnudo de una mujer de 60 años fue hallado en las proximidades de Peacock Hill Road en el Condado de Kitsap. La mujer era Patricia L. Barnes; no era prostituta, pero tenía problemas de alcoholismo.
El horror y el pánico que se había sembrado en Washington reapareció 10 meses después del caso del Condado de Kitsap. El viernes 14 de junio de 1996, hallaron el cuerpo descompuesto de Shannon R. Zielinski, de 39 años. Al igual que los otros asesinatos, había poca sangre y la víctima era prostituta y drogadicta.
Más de un año después de la muerte de Shannon’s Zielinski, el martes 26 de agosto de 1997, se encontraron dos cuerpos más. El primero fue el de Hather L. Hernández, de 20 años, una conocida prostituta de la zona. El otro cadáver era de una mujer de origen asiático, tenía tan solo 16 años y se llamaba Jennifer Joseph.
Finalmente, los detectives encontraron una testigo: una prostituta que trabajaba con Jennifer Joseph declaró que la vio subirse a un Corvette blanco con un hombre de unos 40 años. Esta declaración fue clave para relacionar a las víctimas con un sospechoso.
La policía detuvo a Robert Lee Yates pero tuvieron que soltarlo al no poder relacionarlo con ninguno de los asesinatos. Sorprendentemente, ese mismo año se halló otro cuerpo, semienterrado y de nuevo era de una chica relacionada con la prostitución y las drogas.
Un mes más tarde apareció otra víctima y ya en víspera de Navidad, otro cuerpo de una prostituta hace su aparición. En 1998, uno de los policías que detuvieron a Yates se lo vuelve a encontrar en una zona frecuentada por prostitutas. Ante el interrogatorio, Yates contesta que el padre de una de las chicas lo envía para que se la lleve a casa y la joven afirma que lo conoce, por lo que el policía poco puede hacer.
Cuando ya parecía que el asesino en serie iba a salirse con la suya, los investigadores se encontraron con un archivo que no estaba relacionado con el caso y en el que una prostituta describía un ataque sufrido. En él se describía cómo un cliente contrató sus servicios y cuando estuvo con ella le propinó un golpe en la cabeza que la dejó tendida en el suelo. Por suerte pudo escapar y describir los hechos a la policía.
Los agentes relacionaron esta declaración al perfil del típico psicópata y posible asesino en serie y, seguros de que Yates era el autor de los asesinatos, decidieron ir a su casa para retenerlo y hacerle algunas preguntas. Entre otras cosas le pidieron una muestra de sangre que Robert Lee Yates se negó a dar, por lo que la policía encontró por fin un pretexto para poder retenerlo.
En el 2000 fue declarado culpable de 13 cargos de asesinato en primer grado y un cargo de intento de homicidio. El juez sentenció a Yates a 408 años de prisión, después de que el sujeto evitara la pena de muerte por la confesión de los asesinatos del condado de Spokane, a cambio de cadena perpetua.
En 2001, Yates fue acusado en el condado de Pierce por el asesinato de dos mujeres más. La fiscalía solicitó la pena de muerte y terminó siendo condenado a ser ejecutado por inyección letal. El 5 de septiembre de 2008, un juez firmó la sentencia de muerte de Yates, pero la misma se suspendió para dar tiempo a la defensa de interponer recursos adicionales. Yates, en la actualidad permanece en la penitenciaría del estado de Washington esperando la decisión definitiva.
Guardián de prisiones
Robert Lee Yates había sido guardián de la prisión de Wala Wala en Washington. Se afilió al ejército llegando a participar en la famosa operación llamada Tormenta del Desierto, por la que fue condecorado y al regresar a Washington, entró a la Guardia Nacional. Casado y con hijos, había sido un ciudadano y padre ejemplar, hasta que, sin haber motivos evidentes se convirtió en un temido asesino en serie.