Gilberto Mendoza fue un hombre de excepción. Dirigente deportivo polifacético, filántropo y consejero gerencial. Pasó por esta vida empeñado más en ser útil, que importante. Ambas cosas las logró con su lema: «Podemos hacerlo/vamos a hacerlo/hagámoslo juntos»
Este mes se cumplieron cuatro meses de la ausencia física de Gilberto Mendoza. Sus amigos hemos decidido prorrogar su vida, su obra y su legado. Lo hacemos de manera espontánea, porque mientras más lo recordamos, más presente lo tenemos, por eso hemos creado una “peña” que lleva su nombre.
Se trata de esos seres humanos que dejan honda huella y que en lo personal, tengo mucho que agradecerle.
Fue un personaje de excepción y el primer y creo que el único industriólogo que conozco.
Supe de él por primera vez cuando quedó electo presidente de la Asociación Mundial de Boxeo en el año 82 en Puerto Rico. Yo era un mozalbete, un pichón de periodista, pues.
-¿Y de dónde salió este pelo de nube?, me pregunté muchas veces hasta que finalmente topé con él, detalles que serán más explícitos en el libro que preparo sobre su vida y obra.
Detrás de esa coraza boxística que es la Asociación Mundial de Boxeo, descubrí la grandeza humana de un auténtico gerente, planificador y ejecutor.
FGM (Francisco Gilberto Mendoza), como firmaba todas sus notas, siempre tuvo tiempo para todo. Jamás lo vi desdoblarse ni desdibujarse.
En el Central Azucarero El Palmar, era un líder. Y lo sigue siendo.
Su égida se paseó por todo lo que emprendió. Su vida se desarrolló llena de diversas facetas donde su sensibilidad social siempre estuvo por delante.
La vida me permitió acercarme a FGM y conocerlo de cerca. Fue un privilegio.
La primera impresión fue comenzar a entender como este hombre manejaba un organismo tan complicado como lo es la Asociación Mundial de Boxeo y además cumplía con el Central El Palmar, pero además con responsabilidades en el sector empresarial y con dedicada vocación de filántropo y activista del movimiento scout.
También tuvo tiempo para la política y fue electo diputado en el parlamento del estado Aragua.
En ese largo periplo de caminante, Mendoza honró la prosa del poeta Antonio Machado, haciendo camino al andar, dejando su estela consejera por donde pasó.
De sus últimas frases rescatamos esta que se ha convertido en el norte de acción en la “peña” que lleva su nombre. Fue usual en sus arengas al frente de la Asociación Mundial de Boxeo, organismo que lideró por más de tres décadas: «Podemos hacerlo/vamos a hacerlo/hagámoslo juntos».
Asistir a las convenciones de boxeo internacional con FGM siempre fueron una cátedra motivacional. Ese liderazgo lo prolongó hasta el día que fue declarado Presidente Emérito, cuando la salud le jugó una mala pasada y aún en esa adversidad de espinas y rosas, tuvo tiempo para proponer cosas con un optimismo fuera de serie, alejado de las tormentas volcánicas como me dijo en su última entrevista, privilegio que me permitió.
Su liderazgo y capacidad gerencial jamás intercedió con su don de gente ni con su jocosidad, de la cual disfrutamos quienes tuvimos la suerte de compartir con él.
Su condición ética, la que nunca negoció con nada ni con nadie, habla de un hombre intachable. Soy testigo de excepción de ello.
Su sensibilidad humana fue más allá de lo convencional. Como diputado donó su sueldo a los niños con necesidades y como scout participó con ese espíritu de formador que siempre le caracterizó.
Un día estaba con Don King y otro con el más humilde obrero de El Palmar. A todos trató con la misma cortesía y respeto.
De él se pueden rescatar miles de anécdotas que siempre llevaban implícitas un mensaje. Hoy la Peña Gilberto Mendoza trabaja para prolongar su legado y desarrollar una amplia gama de actividades que fueron el norte de su vida. Es la mejor manera de mantener vigente el pensamiento de un gran venezolano que dejó un millón de amigos en este mundo, haciendo válida su premisa de ser útil, por encima de ser importante.
Su escapada a otra dimensión nos dejó consternados. No es fácil asumir su ausencia, pero ha sido reconfortante sentir esa vibra de un ser excepcional que día tras día nos motiva a seguir adelante cumpliendo las tareas que merecen perdurar en el tiempo y en el espacio.
Por cierto, cuando emprendió ese viaje a la eternidad, mi tristeza se hizo agua… Son crónicas de lo cotidiano.
EPÍGRAFE
“Su égida se paseó por todo lo que emprendió. Su vida se desarrolló llena de diversas facetas donde su sensibilidad social siempre estuvo por delante…”
CRONICAS DE LO COTIDIANO / Jairo Cuba