En el capítulo 11 del libro a los Hebreos de las Santas Escrituras, se narra una prédica de Pablo y Bernabé a la iglesia de Antioquía y en el versículo 26 podemos leer “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia y enseñaron a mucha gente y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”.
Estas personas, así como cientos de miles que habían recibido las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo de parte de los apóstoles, fueron identificadas con este adjetivo para enfatizar su elección en ser seguidores de las doctrinas enseñadas por el Hijo de Dios y por su entrega al servicio de la obra de Dios.
Y más aún, para dar a conocer que habían sido perdonados y salvados por creer en la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, quien murió en la cruz para limpiar con su sangre nuestros pecados y restaurar la relación del Padre Santo con los seres humanos, tal como lo señala Pablo en el versículo 16 del capítulo 8, de la epístola a los Romanos: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y si hijos, también herederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”.
Los verdaderos cristianos no somos miembros de ninguna congregación conformada ni regida por normas impuestas por hombres, sino que conformamos el cuerpo de la iglesia cuya cabeza es Nuestro Señor Jesucristo.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí”, dijo Jesucristo en el versículo 16 del capítulo 14 del evangelio de Juan.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
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