“Asumo el marxismo, lo asumo y yo cuando asumo, asumo”.
Hugo Chávez
Cesáreo José Espinal Vásquez
cjev@cantv.net
Es notorio, público y comunicacional la confesión del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, el día 15 de enero de 2011, en acto celebrado en la Asamblea Nacional. De esta manifestación se debe deducir sin ningún esfuerzo hermenéutico que el régimen político del gobierno del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) tiene el legado de su fundador, que es el régimen eminentemente marxista. Sin entrar en disquisiciones personales, que no deberá ser el estilo en una sociedad en búsqueda de la paz, como el ideal social, las ideas pueden contraponerse, sin llegar a las ofensas y diatribas impulsivas. El respeto es el camino a la paz, comenzando con respetarse uno mismo. En 1848, Marx y Engels le impusieron a las angustias de la “liga de los justos”, en reclamo a derechos laborales y sociales debido a la revolución industrial en Europa, el “Manifiesto Comunista”, rompiendo indefectiblemente con las aspiraciones iniciadas del socialismo por conciencia, que tildó Marx como socialismo utópico y en cambio se debía implantar por revolución el socialismo científico, lo que fue el partido comunista bajo los postulados de la “lucha de clases sociales, eliminación de la propiedad privada personal y empresarial y el control del partido comunista del Estado, en estatismo sin límites, por supuesto, con el ingrediente indispensable, el odio. Por lo cual, como afirmaba Marx y afirman sus seguidores en esa ideología y ejecutorias, el “poder político es simplemente, el poder organizado de una clase social (marxistas) para oprimir a otra”.
En este sentido, se debe pensar que el concepto del “poder popular”, se rige realmente bajo esas consignas, bajo las cuales estamos viviendo hoy en nuestro país. Todo es poder popular, que es una etiqueta política para cercenar el libre desenvolvimiento de la personalidad y fomentar la esclavitud del marxismo, de lo común de todos, para constituir un Estado de comunas bajo el substrato del comunismo, que no conduce si no a la anarquía y al terrorismo y por consecuencia al “socialyomismo”, de lucha entre los mismos copartidarios en ambiciones de poder ilimitado y de la corrupción. Hambre, sin medicinas, sin aspiraciones, sin propiedad de viviendas, sin trabajo, es despojar al ser humano de la libertad, de su personalidad; y vivir como estamos viviendo, como tropeles de animales buscando el pan y las medicinas y huyendo de la inseguridad personal, familiar, social, sin seguridad jurídica. Es inaceptable una democracia capitalista, neoliberal y salvaje, pero el socialismo-marxista del poder popular no puede ser una democracia justa por no estar en sus postulados y ni en el legado de Chávez, dentro de sus ejecutorias, en violación de la vigente Constitución aunque utilice la connotación de “poder popular”.