Ocaso de Capriles
Es conocido que en la trayectoria política de Capriles siempre ha estado presente el acicate de un factor ajeno a sus propias potencialidades
Aún está fresco en la retina y en la memoria de muchos venezolanos el tendencioso titular ¡Chao Hugo! del periódico Tal Cual, aquel nefasto 12 de abril de 2002, con el cual el exizquierdista Teodoro Petkoff saludaba el golpe de Estado que el imperialismo y la derecha lacaya local habían orquestado el día anterior para derrocar al gobierno constitucional del presidente Chávez.
Para su pesar, la euforia imperialista y teodorista duró, prácticamente, lo que perdura un suspiro, pues, como registra la historia, el día siguiente, el heroico 13 de abril, la vigorosa unión cívico-militar repuso en su puesto al líder de la revolución bolivariana, del cual solo salió el 5 de marzo de 2013, producto del mal inoculado del cual había sido objeto por la malignidad imperial.
Ungido
Distinto es el caso que nos ocupa con el título del presente artículo, dado que ostensiblemente el dirigente Capriles se encuentra en el ocaso de su centelleante carrera como líder opositor, y no solo por la acción malévola de sus adversarios, sino por su manifiesta incapacidad para mantener un liderazgo en la de por sí dispersa oposición, caracterizada por la existencia de varios dirigentes que como caimán en boca e’caño están a la caza de la oportunidad para suplantarlo.
Lejos está, para sus posibilidades, el período del 2012 y 2013, a pesar del corto tiempo transcurrido, en el cual el Flaco Capriles emergió como líder opositor al gobierno chavista, por supuesto no tanto por su evidente discreta capacidad política, sino por haber sido ungido como tal por la mano que, desde Washington, monitorea las acciones de la apátrida derecha venezolana.
Es conocido que en la trayectoria política de Capriles siempre ha estado presente el acicate de un factor ajeno a sus propias potencialidades, es el caso de su elección inicial como diputado al otrora Congreso Nacional en las planchas del partido Copei, por el estado Zulia, en las elecciones parlamentarias del año 1998, cuando ni siquiera conocía esa entidad federal, a consecuencia de una negociación entre su acaudalada familia y la dirección copeyana de aquel entonces; sin descartar su pasantía por la organización neonazista, Tradición, Familia y Propiedad (TFP), junto con Leopoldo López, de la mano de los reconocidos agentes de la derecha católica ultra conservadora y del anticomunismo internacional, Alejandro Peña Esclusa y Plinio Correa de Oliveira.
Prevalidos de esos factores, (lobby familiar, la iglesia católica y la mano imperial, sin descartar la impronta del sionismo al cual, también, está unido por vínculos familiares), es que Capriles Radonski ha logrado alcanzar esa fulgurante carrera en la política venezolana.
Todo tiene su final
Pero como todo tiene su fin, pareciera que a Capriles también le está llegando tempranamente su final como temprano resultó ser su trepador ascenso político. Este pronóstico surge de la observación de lo que acontece en el seno de la maliciosa dirección opositora venezolana.
Hace apenas 3 años, Capriles era el dirigente mayor de la oposición a quien todos los demás le rendían el reconocimiento debido. Tanto era así que sin mucha presión logró defenestrar a Ramón Guillermo Aveledo de la coordinación de la MUD e imponer al Chúo Torrealba, quien por cierto, ahora ya no es de sus adeptos y se siente con méritos propios como para ser quien lo suplante en el liderazgo de la alianza opositora, y ello no precisamente por ascendencia dirigencial de Torrealba, sino por debilidad y decadencia de Capriles.
No había terminado de asimilar las derrotas del 2013, con las elecciones presidenciales de abril de ese año, el fracaso de la invocación al drenado de arrechera y las elecciones municipales en las que fungió de jefe nacional de la campaña opositora, cuando en enero del 2014 la trilogía conformada por María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma, creyeron llegado el momento de irrumpir, una vez más, contra el orden constitucional con el llamado a la Salida guarimbérica, dejando a un lado al desolado Capriles.
A partir de allí comienza su descenso en barrena, que se puso de manifiesto cuando, en enero de 2016, a pesar de ser su partido, Primero Justicia, la fracción mayoritaria en la alianza opositora de la Asamblea Nacional, no logró que su copartidario Julio Borges fuese designado como presidente del Parlamento Nacional, haciéndose de dicho cargo el guasón Henry Ramos Allup, quien también aparece ahora como virtual rival del cada vez más alicaído Capriles Radonski.
Pero si en cuanto al liderazgo interno de la MUD es claro como la luna llena que ya Capriles no está solo, que cuenta con varios competidores (Machado, López, Allup, Rosales, Falcón, Torrealba, etc.), que se disputan ser el nuevo ungido por la mano imperial; en el orden externo de la alianza es también claro y transparente que el gobernador de Miranda está de capa caída.
Chao
No se cansa Capriles de llamar y amenazar con grandes y masivas movilizaciones de masas para reclamar al CNE la activación del referéndum revocatorio al mandato de Nicolás Maduro y cada día se encuentra con la cruda realidad de que el pueblo no se sensibiliza ante su desesperado clamor; demostración palpable de que no tiene capacidad de convocatoria. Cada vez que el Flaco llama a una concentración le ripostan el Guasón, el Chúo, la Machado y Voluntad Popular con otra paralela que resulta tan desasistida como la suya, cuestión que indica que en materia de movilización popular todas estas tendencias opositoras están más que disminuidas.
Les cuesta entender tanto a Capriles como a sus congéneres que los resultados favorables de las elecciones parlamentarias fueron producto más que de su propio trabajo político, de los efectos perversos de la guerra económica desatada en contra del pueblo; y que el mismo pueblo con su conciencia, que es quien la padece, está poniendo las cosas en su justo lugar.
Por lo pronto, todo indica que dentro de poco se dirá, en este caso, sin posibilidad de retorno: ¡Chao Capriles!
“Les cuesta entender tanto a Capriles como a sus congéneres que los resultados favorables de las elecciones parlamentarias fueron producto más que de su propio trabajo político, de los efectos perversos de la guerra económica…”