La extrema izquierda de América Latina, esa izquierda extasiada con la revolución de 57 años de edad de Fidel Castro y con el socialismo del siglo 21 de Hugo Chávez, ha ido perdiendo terreno, de hecho colapsando, tanto en su eficiencia como en el terreno moral.
Por Fabio Rafael Fiallo en Real Clear World | Traducción libre del inglés por lapatilla.com
Los países gobernados por líderes y partidos afines han mostrado en general un desempeño económico más pobre que la región en su conjunto. Este ha sido el caso de Argentina bajo Néstor y Cristina Kirchner; el de Brasil, bajo el segundo mandato de Luiz Inácio Lula da Silva y su sucesora Dilma Rousseff y, sobre todo, el de Venezuela a lo largo de sus 17 años de chavismo.
Es cierto que Bolivia con Evo Morales, así como Brasil con Lula durante su primer mandato, registraron unas impresionantes actuaciones en relación con el crecimiento económico y la erradicación de la pobreza; pero estos logros se pueden atribuir al hecho de que ambos líderes jugaron por el librito, apegados a la ortodoxia macroeconómica neoliberal, en lugar de ceder al abundante gasto público, la impresión de dinero, y la hinchazón de la burocracia que forman el núcleo de una típica política populista de izquierda.
El régimen de Cuba, por su parte, siempre ha sido escenario de una demostración económica sombría. Ha logrado mantenerse en el poder sólo gracias a una feroz represión y, no menos importante, a la respiración artificial proporcionada por primera vez por la Unión Soviética y luego por Hugo Chávez y su sucesor, el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.