Su carismática personalidad, impregnada de abundante chispa criolla -herencia de su época de actor cómico- se apoderó del favoritismo de los venezolanos
Después de más de cinco décadas de fructífera actividad en radio, cine y televisión, la voz de Amador Bendayán se apagó para siempre el 4 de agosto de 1989, hace 27 años. Hoy en día no son pocos los que sostienen que desde entonces Sábado Sensacional no volvió a ser el mismo programa, pues con su partida perdió una parte apreciable de su brillo y esencia.
Durante los más de 17 años que estuvo a la cabeza del maratónico sabatino de Venevisión, su carismática personalidad, impregnada de abundante chispa criolla -herencia de su época de actor cómico- se apoderó del favoritismo de los venezolanos, que en todas y cada una de sus emisiones convirtieron a ese espacio en líder indiscutible de sintonía.
Por allí pasaron numerosas luminarias de la farándula nacional e internacional, desde John Travolta, Rocío Dúrcal, los Cinco de Jackson, Julio Iglesias, Celia Cruz, Olivia Newton John y Cantinflas, hasta José Luis Rodríguez, Soledad Bravo, Camilo Sesto, Raphael, La Lupe, Juan Luis Guerra, Emmanuel, Ricky Martin, Donna Summer, Mirla Castellanos, Lila Morillo, las misses, Karina, Mirtha Pérez, Guillermo Dávila y otros de la misma categoría.
No hubo estrella que no brillara en ese firmamento de variedades. Con todos estos astros Amador siempre salía airoso: les sabía hacer la réplica cuando conversaba con ellos, poniendo de manifiesto su simpatía y sencillez, apelando recurrentemente a algún comentario jocoso, un atributo que facilitaba su cercanía con esa teleaudiencia que lo seguía desde sus hogares con devota fidelidad.
Nacido en Villa de Cura, estado Aragua, el 11 de noviembre de 1920, Amador, así, a secas, como su público lo llamaba, era hijo de inmigrantes marroquíes de origen judío. En 1928 su familia se traslada a Caracas, una ciudad que lo cautivó y donde forjaría una carrera llena de éxitos.
A los 17 años, decidió incursionar en la radio, medio que lo apasionaba. Y lo hizo comprando espacios de media hora, en los que transmitía programas humorísticos y musicales. Empieza a darse a conocer en 1937, en Ondas Populares, aunque la popularidad le llegaría en 1939, a través de Radio Libertador, en Cada minuto una estrella, que conducía junto a mi padre, Aquilino José Mata, con quien le unió una larga amistad.
Luego desplegó una intensa actividad en espacios como La voz de la Philco y, vía Radio Caracas Radio, El Bachiller y Bartolo y La bodega de la esquina, que adaptaría a la incipiente televisión. Salió al aire por primera vez, en Venevisión, el 29 de enero de 1972.
Películas y algo más
Luego de filmar varias películas en Venezuela, como “Misión Atómica” (1948), Yo quiero una mujer así (1949), Seis meses de vida (1951) y Yo y las mujeres (1958), en la década de los sesenta rodó en México una serie de taquilleras cintas, asociado con el productor Gregorio Walerstein, entre ellas Si yo fuera millonario (1962), Napoleoncito (1963), Escuela para solteras (1964), El ídolo (1965) El reportero (1967) y Okey Cleopatra (1968), en las cuales se codeó con estrellas de la jerarquía de María Félix, José Alfredo Jiménez, Antonio Aguilar, Javier Solís, Andrés Soler, Tere y Lorena Velásquez. También hizo una telenovela, Mi maestro (1971), realizada en coproducción por Televisa de México y Venezolana de Televisión.
Luego asume el reto de animar en 1971 un maratón sabatino por Radio Caracas Televisión, llamado Sábado Espectacular, con el cual reventó el rating; tanto, que Venevisión no tardó en reclutarlo. En su nueva casa tuvo que cambiarle el nombre por el de Sábado Sensacional, con el cual salió al aire por primera vez el 29 de enero de 1972. Allí coronó una eminente carrera, hasta su muerte.
Además, fue el responsable de la creación de la Fundación Casa del Artista, proyecto que en sus orígenes pretendía ser una plataforma de formación y exhibición del talento nacional y una institución que brindara seguridad social a los artistas retirados. Lamentablemente, después de su muerte esa obra se desnaturalizó.
“Me resulta imposible describir el placer que se experimenta haciendo feliz a la gente, así sea por instantes. Viéndola reír siento una sensación maravillosa, un deleite inexplicable», dijo en una entrevista a Ricardo Tirado, que éste publicó en su libro Amores públicos, frase que retrata en toda su dimensión humana a este ídolo eterno de Venezuela.