Sus víctimas eran jóvenes que subían a su carro solicitando su servicio de taxista, pero él las conducía a parajes solitarios para estrangularlas y una vez muertas, violarlas
“Yo las violaba después de muertas, esa era mi satisfacción personal. Soy culpable y en esto he andado solo”. Esas fueron las únicas palabras que Gilberto Antonio Chamba pronunció tras ser detenido en 1993, acusado del asesinato y violación de ocho mujeres y la violación de otras dos.
Oriundo de Machala, provincia de El Oro en Ecuador, Chamba fue apodado como “El Monstruo de Machala”, por la brutalidad con la que asesinó a sus víctimas. En los cinco años anteriores, había cometido estos crímenes dejando una macabra galería de asesinatos que provocaron una psicosis colectiva. Cuando fue apresado tenía 32 años, estaba casado y tenía dos hijas.
Chamba asesinó a estas jóvenes mientras trabajaba como taxista, pero antes fue cabo primero del ejército. Su facilidad de palabra y vestimenta de militar hacía que las chicas (por lo general de 17 a 24 años, aunque también mató a dos menores de 14 y 16 años) lo acompañaran hasta una vieja casa, donde las torturaba, las asfixiaba y en medio de su agonía aprovechaba para violarlas.
En aquellas paredes escribía los nombres de sus víctimas y como era su costumbre, dejaba en el escenario del crimen un cordón amarillo. “Primero le ponía una mano en la boca, la otra en la garganta y así las mataba, pero para asegurarme luego las ahorcaba con una cuerda o alambre”, declaró Chamba.
De sus diez víctimas en el Ecuador, dos eran menores de edad. De entre todas las atacadas, solo una corpulenta prostituta consiguió salvar la vida y fue su testimonio el que sirvió para iniciar el proceso penal en su contra. El monstruo fue sentenciado a 16 años de reclusión por cada caso, pero en Ecuador no se acumulan las penas, así que solo debía cumplir 16 años de prisión.
Sin embargo, se acogió a un beneficio para los internos denominado Ley 2 por 1, que reduce a la mitad las condenas de los sentenciados, lo que hizo que Chamba saliera de la cárcel a mediados de 2000, tras cumplir apenas ocho años de cárcel.
En España
El 9 de noviembre de 2000, tras cumplir su pena y luego de limpiar su récord policial, Chamba decide trasladarse a España, por temor a ser asesinado por los familiares de alguna de sus víctimas. Llegó al aeropuerto de Barajas en Madrid, en donde lo esperaban dos de sus hermanas.
Desde entonces, Chamba realizó trabajos que variaron entre albañilería y cargador de bolsos de los vecinos del edificio en donde vivía con sus familiares y novias casuales. Para septiembre de 2004, logró un trabajo fijo como vigilante del estacionamiento del complejo de entretenimiento Illa de l»Oci, situado cerca de la Facultad de Derecho, en la localidad de Lleida. Allí también ayudaba a limpiar las salas de cine.
Los años de aparente tranquilidad para la familia de Chamba, quienes sufrieron de cerca su encierro en el Ecuador, terminaron cuando el sujeto fue detenido el primero de diciembre de 2004, acusado de haber violado y asesinado a María Isabel Bascuñana, una estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de la localidad.
Bascuñana dejaba su carro en el estacionamiento del cine y la última vez que se la vio con vida fue la noche del 23 de noviembre del 2004 y su cuerpo fue hallado dos días después a pocas cuadras del cine. Ella tenía un pañuelo atado a su cuello, algunas bolsas de basura trataban de esconder su cuerpo y había sido brutalmente violada.
La policía pudo recopilar testimonios de las amigas de Bascuñana, quienes entregaron datos suficientes para que se pudiese detener a Chamba. Según narraron las jovencitas, María les había comentado que Chamba la acosaba sexualmente cuando iba a dejar o a retirar su vehículo del estacionamiento.
Esa versión fue complementada por otras muchachas que indicaron que regularmente Chamba les pedía sus números de celular con la excusa de que si llegaba a suceder algo malo con sus carros las llamaría inmediatamente. Sin embargo, muchas de ellas recibieron llamadas de acoso sexual y la única explicación que encontraron es que el cuidador de carros era el responsable de las mismas.
De esta forma, Chamba se convirtió en el principal sospechoso de la muerte de Bascuñana. Adicional a ese dato, los agentes alegaron en la corte haber encontrado en el vehículo de María bolsas de basura que intentaban cubrir su cuerpo. Esas bolsas eran muy similares a las que utilizaban las personas de limpieza de los cines para llevar los residuos.
El examen de ADN realizado en los residuos de esperma encontrados en el cuerpo de la víctima incriminaron directamente a Chamba, quien adujo que la policía creó un complot para acusarlo. Según él, los agentes tomaron una muestra de esperma de un preservativo que él había usado y luego lo introdujeron en la vagina de María para señalar que él era el culpable.
Realizados los análisis y pruebas correspondientes, la Fiscalía desestimó ese argumento que fue el principal elemento incriminatorio del ecuatoriano, quien recibió una pena de 45 años divididos en 20 años por el crimen de la joven estudiante española María Isabel Bascuñana, otros 12 por su violación, al tiempo que le impusieron otros 13 años por el intento de violación y asesinato de una prostituta rumana quien testificó en su contra luego de ver sus imágenes y fotografías en medios locales.
Un bastón como arma
Una crónica del diario El País de España rescata el testimonio de un policía retirado que participó en la captura de “El monstruo de Machala”, quien señaló que Chamba había asegurado que no practicaba penetración vaginal a sus víctimas, sino que las ensartaba con un instrumento similar a un bastón que se había mandado fabricar y agregó que se los introducía con gran violencia.