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El caníbal caribeño

Según la confesión de Gumaro de Dios, mató a su compañero porque éste no quería tener más relaciones con él, así que le dio un golpe que lo desplomó. El hombre no murió enseguida, pero cuando despertó se encontró atado de pies y manos como un animal y fue entonces cuando fue asesinado

Gumaro de Dios Arias, un obrero drogadicto y esquizofrénico que vivía miserablemente, se convirtió en noticia mundial cuando mató y consumió partes del cuerpo de su amante. Tenía Sida y falleció en septiembre del 2012, a los 34 años de edad.
Gumaro de Dios Arias nació en el seno de una familia normal. No tuvo unos primeros años traumáticos, ni vivió experiencias que hicieran pensar en el fatal desenlace de su vida adulta. La ciudad de Tabasco en México fue el escenario donde vivió al principio de su vida, junto a sus padres, Anita y Candelario y sus seis hermanos. Nació en 1978 y recibió el nombre de un futbolista de la localidad.
Le gustaba la música de Rocío Durcal, jugar a los vaqueros y disfrutaba felizmente de su infancia, pero todo cambió cuando cumplió siete años: fue violado por un tío, aunque esa situación no provocó una reacción perversa de inmediato.
Gumaro tuvo que crecer con la vergüenza y el dolor dentro de él, pero el daño ya estaba hecho. La situación pareció romper la débil mente del niño y comenzó a hacerlo cada vez más reservado y con aspecto ausente.
A los 18 años, en 1996, ingresó en el ejército, a instancias de su padre. Allí fue cuando comenzó a tener contacto con las drogas. Su comportamiento fue bueno y no dio grandes problemas a sus superiores. Se presume que abandonó el ejército, en 1998, tras acuchillar a un teniente, pero no hay pruebas de este hecho.
En esa época, con unos 20 años, se registraron algunos episodios de zoofilia. En el más grave de ellos, se sabía que tenía una yegua, que en su delirio llegó a confundir con una mujer americana. Aseguraba que era su pareja y que iban a tener hijos pronto.
Por esta época, también comenzó una triste carrera como violador. Una monja cayó bajo sus depravados instintos. La declaración de la religiosa apunta a que estaba dispuesto a rajarle el cuello si no colaboraba. La mujer optó por salvar la vida y años más tarde, él recordaba el pasaje con una sonrisa.
También realizó varios robos, por los que cumplió condena de 18 meses. Se lanzó a la mala vida, se alejó de la familia y comenzó a vivir en la calle, junto a otros compañeros con problemas similares a los suyos.
Trabajaba en una obra y junto a sus amigos, gastaba casi todo su sueldo en drogas y alcohol. Consumía prácticamente todas las substancias que se ofrecían en el mercado callejero, hasta cosas como tintes de pintura y disolventes. En poco tiempo, ya estaba totalmente perdido para la sociedad.

El Guacho
El Guacho se había convertido en su amigo, compadre y amante. Mantenían relaciones sexuales con frecuencia y fue precisamente en una de esas noches de sexo, drogas y desmadre, cuando Gumaro cruzó la línea definitiva.
El Guacho se negó a continuar la noche con el joven, que para ese entonces, año 2004, contaba con 25 años. Este, enfadado y privado del conocimiento a causa de las drogas, le golpeó en la cabeza. Lo dejó inconsciente, lo maniató y cuando despertó fue asesinado por Gumaro.
Sin embargo, el despiadado hecho no terminó ahí. Cuando pasaron los días y nadie más los había visto, la policía empezó a investigar y llegaron al lugar de los hechos. En el cadáver de Guacho se observaban serias heridas realizadas con un arma blanca y Gumaro estaba extrañamente delirante.
El cadáver presentaba múltiples cortes y le faltaban varios órganos. Los genitales no estaban y las partes blandas y las extremidades tenían profundas hendiduras, con falta de masa muscular. Las declaraciones de Gumaro dieron los detalles que faltaban, pues señaló que, durante los tres días que pasaron desde que asesinó al Guacho y fue detenido, cortó y preparó partes del cuerpo para comérselo.
La parrilla fue uno de los métodos que utilizó, pero no el único. Un cocido y varias sopas habían sido parte del macabro ingrediente. Posteriormente, Gumaro aseguró que no había realizado nunca semejante cosa, aunque las pruebas recogidas en el lugar del crimen no dejaban lugar a dudas.
Por supuesto, Gumaro de Dios fue encerrado, consignado y encarcelado lo más rápido que se pudo en el penal municipal de Playa del Carmen, donde los reos lo recibieron con horror y rechazo. Ni el más fiero de los asesinos quería compartir la celda con el caníbal, por lo que hubo que trasladarlo al Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial de Ciudad Ayala, en Morelos.
Durante algún tiempo, el caníbal permaneció en un área restringida, pero paulatinamente se fue incorporando el grupo de reos, una vez que su conducta y los medicamentos y sedantes que le suministraban lo hacían parecer inofensivo. Allí se le detectó una infección de VIH, por lo que se espera que su vida termine pronto.

Caldo de costillas
Todavía bajo los efectos de las drogas, Gumaro de Dios le contó a los policías que se había comido partes del cuerpo de su amigo, incluyendo las tripas y las costillas que las preparó en un caldo, junto con los testículos, aunque lo que más le había gustado era el corazón, parte del cual fue encontrado asado en una parillera.

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