Ya es prácticamente seguro que -ocurra lo que ocurra en los accesos a Caracas- las calles de la capital se llenarán con una de las más grandes manifestaciones de la historia política y social de Venezuela
Hay una altísima disposición de la población en la Venezuela profunda a participar en la movilización del primero de septiembre, una decisión muy firme de llegar a Caracas y de protestar pacíficamente donde sea posible si ese acceso es bloqueado. En la región capital, por otro lado, es tal el nivel de compromiso y participación de todos los sectores sociales (el Este y el Oeste, los barrios y las urbanizaciones, los opositores de siempre y los exoficialistas de ahora) que ya es prácticamente seguro que -ocurra lo que ocurra en los accesos a Caracas- las calles de la capital se llenarán con una de las más grandes manifestaciones de la historia política y social de Venezuela. El país que se conoció y se unió en las colas, ahora se une en la protesta y en la construcción del cambio. Ese proceso ya comenzó, tomó velocidad y no lo para nadie.
Ante esa realidad, el archipiélago de grupos que conforman eso que genéricamente llamamos «el oficialismo» ha reaccionado de manera distinta: hay unos (como Clíver Alcalá, como Juan Barreto, como Marea Socialista, como la mayoría de los exministros de Chávez, entre muchos otros…), que han expresado públicamente que el Referendo Revocatorio es un derecho constitucional, y que su realización no debe ser retardada ni obstruida. Ellos son apenas la punta del iceberg: todo oficialista que tiene la esperanza de ser alcalde, gobernador, diputado y hasta presidente en el futuro, sabe que esa posibilidad se reduce hasta desaparecer en la medida que Maduro y su combo permanezcan en el poder. Ellos saben que para que el oficialismo tenga algún chance de reinventarse y relanzarse como proyecto político necesita desvincularse hoy, ya, del liderazgo tóxico de Maduro. Para esos sectores del oficialismo desvincularse de un presidente en pleno uso de Ias palancas del poder clientelar puede ser difícil. Pero desvincularse de un burócrata derrotado electoralmente por el pueblo es mucho más sencillo. Por eso están de acuerdo con no obstruir el RR y están deseando que la movilización del 1S sea exitosa.
Pero también están los integrantes directos de la cúpula corrupta. Ellos no piensan como políticos, sino como lo que son: una mafia depredadora, que en vez de gobernar al país lo han saqueado. A ellos no les importa el futuro, ni el del país ni el del PSUV. A ellos solo les importa alargar (hasta donde puedan y al precio que sea) la impunidad que hoy les brinda el poder. Por eso ese grupete se opone desesperadamente a que el pueblo se exprese en el RR. Y por eso esa mafia ha emprendido una campaña de miedo, buscando criminalizar la movilización del primero de septiembre, rodeándola de amenazas.
Esas amenazas deben ser enfrentadas de manera más asertiva y frontal que nunca antes, precisamente porque estamos en los tiempos finales del régimen. Hoy la cúpula corrupta necesita desesperadamente que el país democrático cometa un error, y no se va sentar a esperar que ocurra, ni se va a limitar a la mera «provocación»: es tanta la necesidad del régimen que si no cometemos el error, va a «producirlo». El gobierno puede montar un «falso positivo» valiéndose -para dar «credibilidad» a la patraña»- de la retórica incendiaria de los individuos o grupúsculos que (infiltrados o confundidos) andan con el cuento «escarriano» de la «marcha sin retorno».
Por eso es que fue absolutamente pertinente la Mesa de la Unidad Democrática al divulgar esta semana los objetivos políticos de la movilización del primero de septiembre e incluso el plan operativo de la misma, dejando claro que esta acción forma parte de nuestra estrategia pacífica, electoral, constitucional y democrática, creando así las condiciones para que cualquier «falso positivo» de la violencia oficialista no sea creíble ni local ni internacionalmente, y quede como lo que en realidad sería: una agresión gobiernera a un pueblo que solo quiere votar.
El pueblo venezolano ha arrinconado al gobierno. 80 % del país quiere cambio, y por primera vez esta mayoría democrática tiene amplio respaldo internacional. La solución a la crisis, por ello, es electoral, pues la violencia es el único terreno en el cual el régimen conserva alguna ventaja competitiva. Por eso, la demanda central de la movilización del primero de septiembre es el cronograma electoral 2016 (20 % + RR + regionales). Para que haya RR 2016 es fundamental que el 20 % sea un terremoto político en el cuales muchos millones de venezolanos despojen al régimen de la ilusoria legitimidad y representatividad que dice tener, y para que eso a su vez ocurra es fundamental una jornada nacional permanente de movilización, de la cual el primero de septiembre será apenas el inicio.
El pueblo democrático no puede caer en el chantaje promovido por el régimen (y sus aliados voluntarios o involuntarios) de presentar la movilización del primero como «una marcha más» o como «la batalla final». En realidad, no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario: no es «una marcha más», porque es el envión que nos llevará, en movilización continúa, hasta el éxito del 20 %; tampoco es «la batalla final», porque los civiles no ganamos batallas, sino que vencemos en contiendas cívicas. La movilización del primero de septiembre es una parte muy importante de una estrategia que el 6D probó ser victoriosa, y que lo seguirá siendo en la medida en que mantengamos el foco en la búsqueda de la solución electoral y pacífica, constitucional y democrática, única lucha que cuenta probadamente con apoyo popular y respaldo internacional.
«Mano segura no se tranca». Tampoco se «embochincha». El primero de septiembre mostraremos al mundo el inmenso tamaño de la Venezuela que quiere cambio, y haremos pública la agenda de lucha que nos conducirá a que la consulta popular del 20 % sea demoledora para el régimen, un referendo de hecho que abra para el país una nueva etapa de cambio en positivo. ¡En paz y por la paz! Pa’lante!
RADAR DE LOS BARRIOS /