Hace 80 años fue fusilado el más grande poeta de la España del siglo XX
Un Guardia Civil, tres Guardias de Asalto, dos policías y un exaltado fueron los verdugos del poeta Federico García Lorca, según el libro de Miguel Caballero, Historia de una familia. La verdad sobre el asesinato de García Lorca, escrito en colaboración con Pilar Góngora, donde se descubre la identidad de los hombres que participaron en su ejecución.
Según el periodista Borja Martínez Gutiérrez, en extensa crónica publicada en el número 153 de la revista La aventura de la historia, con el paso de los años, lenta pero inexorablemente, las muchas incógnitas que velaban el asesinato de Federico García Lorca han ido quedando despejadas, para lo cual la investigación y el texto de Caballero es fundamental
Afirma cómo el escritor Caballero demostró que el trágico final del poeta fue consecuencia de la rivalidad de su familia con otros dos clanes de la Vega de Granada, los Roldán y el Alba, en pugna por la preponderancia política y económica de la comarca.
Caballero desvela el rol clave desempeñado por Nicolás Velasco Simarro, teniente coronel retirado de la Guardia Civil, que tras la sublevación militar se convirtió en la mano derecha del gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán, y que en ausencia de éste ordenó el mismo día de su detención, el traslado de García Lorca al lugar donde sería asesinado.
Afirma Martínez Gutiérrez que Caballero recompone el complejo entramado de rencores e intereses que provocaron su detención y asesinato y, sobre todo, desvela la identidad de los que formaron el pelotón de fusilamiento que acabó con sus vidas.
En torno a las 13:30 horas del 16 de agosto ya la cabeza de un numeroso contingente de hombres, Ramón Luis Alonso, Federico Martin Lagos y Juan Luis Trescastro se presentan en el número 1 de la calle Angulo de Granada, el domicilio familiar de los Rosales, para conducir al poeta a la sede del Gobierno Civil. En sus dependencias, y en ausencia del gobernador, se encontraba al mando el mencionado Velasco Simarro, quien actuó como agente catalizador de la trama que acabó con la vida del poeta.
Aquel 16 de agosto estaban a sus órdenes los dos inspectores de policía adscritos al Gobierno Civil de Granada, Francisco Mingorance Jaraba y Julio Romero Funes. Ellos organizaron el traslado de García Lorca a la Colonia, un recinto situado en el municipio de Viznar, viejo molino transformado con el tiempo en fábrica de tejidos y, finalmente, habilitado como residencia escolar femenina, pero que con la guerra fue transformado en centro de detenciones de los sublevados. Fue Romero Funes el que comunicó al teniente de la Guardia de Asalto, Rafael Martínez Fajardo, la orden de conducir a García Lorca a la Colonia, junto con otros tres presos para su confinamiento y posterior fusilamiento.
500 pesetas
El poeta llegó a la Colonia al filo de las once de la noche y allí permaneció confinado en una habitación hasta que de madrugada fue llevado al lugar de la ejecución, situado en el campo de instrucción de las tropas, en un lugar muy concreto en el margen derecho de la carretera que conduce al vecino pueblo de Alfacar.
¿A quién correspondió la misión de ejecutarlo? En la Colonia actuaban de manera estable un grupo de hombres dedicados a la ejecución de los detenidos. Ahí estaba el sargento de la Guardia de Asalto, Mariano Ajenjo Moreno, que era el director de los ejecutores. El trágico rol lo hicieron: Salvador Baro Leyva, Juan Jiménez Cascales y Fernando Correo Carrasco, además de Antonio Hernández Marín, Antonio Benavides Benavides y Salvio Rodríguez García. Siete hombres que se añaden a la cadena de decisiones y actos que acabaron con García Lorca en el paredón y que a falta de la localización exacta de los restos del poeta, iluminan casi al completo el crimen más tristemente simbólico de la última guerra civil española.
Los verdugos, unos voluntarios y otros forzados, recibieron un premio en metálico de 500 pesetas y un ascenso en el escalafón del cuerpo de la Guardia de Asalto y Seguridad, posteriormente Policía Armada y de Tráfico.
Últimas 13 horas
La detención. Hacia las 13:30 del 16 de agosto de 1936, Lorca es detenido en el domicilio familiar de los Rosales.
La espera. El poeta es conducido al Gobierno Civil de Granada y de allí a la Colonia, un centro de detención de Viznar.
La muerte. Fue fusilado en la madrugada del 17 de agosto, en un campo de instrucción de tropas en el margen derecho de la carretera hacia Alfacar.