¿Cómo se enlazan dos adalides del supuesto “antimperialismo” con el candidato del partido más decididamente conservador del “imperio mesmo”?
Trump es al partido republicano lo que Chávez y Maduro son a la izquierda mundial. La comparación parece extraña. ¿Qué pueden tener en común dos furibundos anticapitalistas, que al menos lo son o lo fueron de la boca para afuera, con uno de los más notorios y famosos representantes del capitalismo más salvaje? ¿Cómo se enlazan dos adalides del supuesto “antimperialismo” con el candidato del partido más decididamente conservador del “imperio mesmo”? Vamos a tratar de responder estas inquietudes.
En primer lugar, los tres son absolutamente populistas. Tanto Trump como Chávez y Maduro no andan más que pendientes de ver qué es lo que “cala” en la masa, por grotesco o incivilizado que sea, para usarlo como herramienta para aumentar los niveles de interés general sobre sí mismos. No tienen sustancia, así que se focalizan en la polémica, en la atención que les gana el ánimo pendenciero y de matoncito de barrio. Chávez dio pie para que ahora Maduro y también Trump manejen su imagen de manera tal que se les asocie, o al menos así lo creen ellos, con el pueblo llano, o con las expectativas más arraigadas de los más numerosos. Chávez invirtió miles de horas y millones de dólares en la promoción de su imagen como populachera y hasta soez. Era el “pata en el suelo” que de arañero pasó a presidente de la república, lo cual de alguna manera lo “igualó” a una gran masa poblacional que se vio inmediatamente retratada en las formas y maneras de “el comandante” y que de inmediato quiso ser como él. Maduro también se afana en eso, aunque sin el mismo éxito. No ha llegado a decirle a Cilia que “le va a dar lo suyo”, pero sí se le ve cada vez que se puede “echando un pie” con su señora, y mostrando, o mejor dicho, tratando de mostrar, dotes de músico en instrumentos que no domina. También se le ve soltando de cuando en vez, deliberadamente, algún gazapo verbal, solo para que de inmediato pongamos nuestra atención sobre él. Trump, por su parte, encarna la quimera del “sueño americano”. Está podrido en dinero, goza de inmensos lujos que nosotros, los simples mortales, no alcanzamos ni a imaginar y hasta se gasta una esposa, y varios amores previos que, por bellas, son la envidia de cualquiera. ¿A quién no le gustaría vivir así? Se hace ver como más patriota que todos los demás norteamericanos juntos y muestra un estilo de vida farandulero y de derroches que no hacen más que restregarle, continuamente, su inmensa riqueza y su desparpajo al pueblo norteamericano en la cara, pero eso, en esta “civilización del espectáculo” (como la califica acertadamente Vargas Llosa) no es problema. Parafraseando a Wilde, que hablen mal o bien, pero que hablen de ti. Esa es su consigna.
En segundo lugar, todos son unos grandes maestros del terror. En serio, Stephen King o Lovecraft no son más que unos niños de pecho al lado de estos señores. Trump ha estructurado toda su campaña sobre el manejo de los temores más arraigados del grueso de la población norteamericana. Ha atacado a la inmigración, llegando a afirmar que podría deportar a 11 millones de inmigrantes y hasta ha propuesto levantar un muro entre EE.UU. y México. Se metió también con los musulmanes, a quienes les prohibiría, según él, la entrada a EE.UU.; ha dicho que la tortura es “poca cosa”, y que métodos como el “ahogamiento simulado” son válidos y hasta llegó a afirmar que es tan popular que podría ponerse a dispararle a gente en Nueva York y que eso no le costaría ni un voto. Chávez era muy parecido. A los adecos y copeyanos les freiría las cabezas en aceite, a la oposición, y esto lo dijo varias veces, la “pulverizaría”, y a los manifestantes había que darles, según sus palabras de “revolucionario pacífico, pero armado”, “gas del bueno”. Maduro no se queda atrás. Amenaza, insulta, confronta. A los opositores que acudirán a la “Toma de Caracas” esta semana les advierte que les tiene lista “una sorpresita” (esperemos que no sea como la emboscada de abril de 2002) y un poco más “a la callada”, arrastra más de 5.000 arrestados, varios asesinados y decenas de torturados durante las protestas contra su gobierno desde 2014. Chávez primero y Maduro ahora se la pasa mencionando al “coco” de la supuesta “guerra económica”, de las “conspiraciones de la derecha” y de la inminente (aunque llevan años en eso) “invasión extranjera”, y son especialistas en inventar supuestos intentos de magnicidio que al final no se demuestran jamás.
Por último, todos ellos le han hecho un daño inmenso a los movimientos políticos o ideológicos a los cuales, supuestamente se adscriben. Primero Chávez, y ahora Maduro, han destruido cualquier posibilidad real de que el socialismo, y mucho más el comunismo, sean opciones políticas viables en Venezuela, al menos a corto y a mediano plazo. Es la consecuencia de usar y abusar de las ideas como si fuesen panfletos.
Por su parte, Trump, ha dejado muy mal parados a los republicanos. ¿Cómo estos señores, conservadores, almidonados y en general más serios que un revólver, educados en las más prestigiosas universidades, pudieron permitir que un peligrosísimo bufón como Trump llegase a las elecciones como su abanderado? Si pierde, los convertirá en el hazmerreír de su país, y si gana, Dios no lo permita, estoy seguro de que no pasará un día de su mandato sin que les dé motivos para arrepentirse de haberlo apoyado. Tras este desliz encopetado, escríbanlo, les va a costar mucho levantar cabeza.
CONTRAVOZ/Gonzalo Himiob Santomé: