Las tareas del secretario
La activa gestión del nuevo Secretario General evidentemente contrasta con la inacción de la gestión anterior, con el carácter irresoluto de sus posiciones ante el caso Venezuela
El canciller Luis Almagro ha encendido las alarmas en el continente por “supuesta” intromisión en el asunto Venezuela. Quizás la clave para entender las descalificaciones que se le han hecho y la desproporción con la que se le responde radica en la ausencia o anuencia que caracterizaron al anterior Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza.
La activa gestión del nuevo Secretario General evidentemente contrasta con la inacción de la gestión anterior, con el carácter irresoluto de sus posiciones ante el caso Venezuela.
Las intervenciones de Luis Almagro espantan sobre todo a quienes insisten en tender un oscuro manto sobre lo que en materia de derechos humanos y políticos está sucediendo en Venezuela. En nuestra opinión ha habido un quiebre constitucional en el orden interno a nivel político, sumado a una crisis humanitaria de dimensiones nunca antes vista y de efectos nefastos que solo a futuro veremos los resultados. Por ahora lo que vemos es la punta del iceberg.
Bajo la gestión de Insulza, la OEA fue “cosa de risa” como cantaba en los años 60 Carlos Puebla. Es por ello que Almagro “hace mucho ruido” a los oídos susceptibles y se considera que se extralimita en sus funciones y hasta parece obsesionado con Venezuela.
Insulza nunca fue una “amenaza” para el hemisferio, y para Venezuela menos, sobre todo en los tiempos de Chávez, quien se dio el “lujo” de llamarlo un, eso mismo, de la P a la O, expresión que en el contexto actual hubiese recibido un llamado de atención, a la cordura y la sindéresis que debe privar en diplomacia.
Es cierto que los asuntos internos de Venezuela los debemos resolver los venezolanos. Sin embargo, en un mundo globalizado cualquier desajuste nacional en un estado o nación, genera perturbaciones a nivel regional e internacional. Derechos humanos, derechos políticos y libertad tienen carácter supranacional. De allí la preocupación del canciller Almagro y las señales de alarma que ya se encendieron en el palacio de Nariño por el razonable y compresible éxodo permanente de venezolanos hacia la hermana República de Colombia en busca de abastecimiento de bienes que escasean de este lado de la frontera, pero que abundan allá.
Vale señalar que las preocupaciones emitidas por el presidente Juan Manuel Santos debería entenderlas como efectos de sus anteriores posiciones poco firmes, hacia hechos, conductas y posiciones de nuestro gobierno ante problemas que concernían a ambas partes. Las obsecuencias en política tienen un alto costo y ojalá la mirada de Almagro se dirija hacia allá también. Esa guerra no ha terminado.
José Alberto Romero León